Mazatlán: el ruido y la furia

Lo que antes era una barbaridad a ojos de nuestros abuelos, hoy es normalidad compartida.
BBANG
Sinaloa Seguridad Alimentaria

“Life’s but a walking shadow, a poor player, that struts and frets his hour upon the stage. And then is heard no more. It is a tale, told by an idiot, full of sound and fury. Signifying nothing” – Macbeth

El ruido desató la furia de los empresarios mazatlecos que exigieron por voz de Neto Coppel, un alto a la estruendosa música de banda, que ahuyenta, dijo el empresario turístico, a cientos de turistas extranjeros que buscan un solaz recogimiento en las playas del puerto de Mazatlán.

Y entonces, el choque incivilizatorio no se hizo esperar:

Los músicos sindicalizados e independientes se apostaron al exterior del hotel Pueblo Bonito, con música de por medio, para manifestarse en contra de su propietario. La furia trajo más ruido y este más furia.

Las redes sociales ardieron en apoyo a la cultura vernácula.

Los idiotas que antes balbuceaban estupideces en las cantinas (Humberto Eco dixit) proponen que si a los extranjeros no les gusta la música de banda, que se regresen por donde llegaron, porque la prohibición atenta en contra de las raíces culturales del pueblo de Sinaloa.

También, estos filósofos instantáneos e iletrados, proponen en su loco desvarío, que si los propietarios de condominios y viviendas que están siendo afectados por la odiosa contaminación auditiva, pues que se cambien de código postal.

Así de bárbaras y prepotentes las propuestas de nuestros sabios ciudadanos del mundo digital.

No solo tienen pérdida la brújula cognitiva cultural, sino la moral también.

Imposible encontrar el justo medio aristotélico para dirimir las diferencias sociales, cuando quien no da razones da descalificaciones.

La incivilidad en Sinaloa es muy democrática y no respeta condición social, afecta tanto a los de arriba como a los de abajo.

Pobres y ricos asisten a esa fiesta de San Juan, pero aquí ni bailan ni se dan la mano, como en la canción de Serrat, aunque sea por una noche.

El sociólogo Ronaldo González ha postulado que Sinaloa es una sociedad demediada, cuyo proceso civilizatorio está inacabado.

Sin embargo, todo proceso civilizatorio es de suyo incompleto, porque las condiciones sociales y “culturales” cambian de momento a momento.

Lo que antes era una barbaridad a ojos de nuestros abuelos, hoy es normalidad compartida.

La utilización por jovencitas y jovencitos de la palabra verga, es de uso diario, cotidiano y “aceptado”. La apología a la música narca apologética de personajes y de historias del crimen organizado, encuentran en el cantante Peso Pluma, su más acabada expresión.

El gran Mario Vargas Llosa se quedó corto en su ensayo La Civilización del Espectáculo.

En Sinaloa, en buena manera no prevale el espectáculo, prevalece la carpa y el circo y con ello no me refiero a la música de banda, sino a los nuevos héroes del norte. Que la dan norte y “rumbo” a nuestra vida social y cultural.

En buena medida la vulgaridad, la estridencia y la frivolidad que afecta derechos de terceros es fomentada en todos los órdenes de la vida pública y cultural de Sinaloa.

Las redes sociales, esas cantinas secas premian expresiones y a personajes que no hubieran tenido cabida en el mundo del ayer.

Un ejemplo paradigmático es la irrupción del vecino de la colonia Tierra Blanca, en Culiacán, apodado La Gilbertona, cuya popularidad se inscribe en el proceso de deterioro de una deplorable e infumable sociedad del espectáculo.

Nos quejamos del deterioro de los valores más sensibles para nuestra sociedad y ensalzamos hasta el delirio a personajes que de la vulgaridad extrema han hecho su fama.

Yo postulo que en buena medida la sinaloense es una sociedad fallida, con un acusado retraso cívico y de compromiso social y ambiental a todos los niveles societarios.

El imperio del capricho y la patanería generalizada de ambos lados, se vuelve noticia nacional, por la notable falta de oficio y perspicacia del alcalde de Mazatlán, Edgar González, quien como la máxima autoridad municipal debió fungir como arbitro en amigable composición ante este inútil choque incivilizatorio.

El desacuerdo en lugar de tramitarse de forma civilizada y racional, lo inscribieron en las coordenadas de lo emocional y patriotero.

Por supuesto que los músicos tienen un innegable derecho laboral, pero todo derecho por más humano que este sea debe de tener mojoneras, limites y fronteras.

La contrapartida de ese derecho es el derecho de terceras personas al libre desarrollo de su personalidad.

Y también el derecho tan humano, como el laboral, a vivir en un medio ambiente sostenible libre de contaminación, y el ruido excesivo es una forma muy nociva de contaminación y no se debe de permitir; ambos derechos tienen jerarquía constitucional.

La permisividad o la prohibición de la música de banda es un falso dilema.

El asunto es asaz de sencillo:

La prevalecencia del estado de derecho es fundamental para el éxito en las relaciones sociales y que estas no se salgan de madre.

La jerarquía de la ley está por encima de caprichos y prepotencia de ambos bandos y bandas.

A mi me parece que les asiste la razón a los empresarios y a las comunidades mazatlecas afectadas por la contaminación auditiva. No es un asunto menor y mucho menos una frivolidad su rechazo. No importa que sea una mayoría ruidosa la que se pronuncie por la arbitrariedad y la violencia estridente de una música que no pocas veces hace apología del crimen y la violencia.

La democracia es el dispositivo político para la protección de los derechos de las minorías en contra de los afanes totalizadores de una mayoría que a veces erra y hierra, estigmatizando a quienes disienten.

Sin embargo, en la forma de pedir los empresarios se han equivocado, porque lo único que hicieron fue victimizar a la contraparte, por más coincidencias que podamos tener con la pretensión de que Mazatlán no sea destino turístico “chafa”, como lo sostuvo Neto Coppel en un video que circuló profusamente en redes sociales.

En materia de comunicación la forma es fondo.

Es cierto: necesitamos un destino turístico que arroje mayores valores agregados, no solo económicos, sino ambientales y sociales.

Pero también exijamos el respeto a las costumbres y tradiciones que nos identifican, todo ello bajo la batuta de nuestro estado de derecho, para acercar las diferencias y lograr un propósito básico:

La armonía social dentro de las diferencias políticas y sociales que para eso se inventó el estado.

Ante el imperio de los caprichos debe de prevalecer el imperio de la ley, adecuándose a las circunstancias del caso concreto pero con vistas al bien común.

De otro lado presenciamos un crecimiento explosivo del puerto, como lo sostiene el empresario, sí, pero que terminará por colapsar la precaria infraestructura urbana y de saneamiento de agua.

Presenciamos, algo que el poeta y escritor Gabriel Zaid planteó en los 80s: en un libro señero sobre el desarrollo económico con más externalidades negativas que positivas: El Desarrollo Improductivo, que en el mediano plazo, sino es que antes, en Mazatlán, será una realidad.

La prepotencia en la época de redes sociales es contraproducente y por más razones que se esgriman, estas caerán en oídos sordos de idiotas que no entienden que no entienden y con ello la formación de cajas de resonancia para que cada quien escuche lo que quiere escuchar, impidiendo los acuerdos básicos en cualquier tema social y político de relevancia.

La mesura, que brilló por su ausencia en ambos contendientes, no significa ni claudicación ni tibieza.

El orden institucional / normativo / reglamentario debe de prevalecer por sobre intereses de grupo; eso es lo que acontece en países civilizados, eso es lo que debió alegar Neto Coppel y no las expresiones apasionadas que hablan por las emociones y no por las razones.

La primera responsabilidad es del alcalde interino Edgar González, quien por carecer de un sentido de anticipación y permitir el crecimiento del conflicto en la misma semana mayor, catalizó el conflicto en proporciones insostenibles.

Como siempre ocurre en materia política y de errores garrafales: después de ahogado el niño a tapar el pozo, con declaración extemporáneas.

Y sí: este cuento está narrado por idiotas, lleno de ruido y de furia, que no significa absolutamente nada.

Seg Alimentaria
Big Bang Fondo Negro

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