Te levantas temprano y algo ha cambiado.
No sabes explicarlo con palabras claras, pero sientes que el año está madurando después del brillo, la vida e intensidad del verano.
Abres las cortinas y notas que hay una luz diferente, que aunque se ve igual que la de ayer, se percibe menos cálida, y genera una claridad diferente.
Sales de la habitación y te das cuenta de que el aire acondicionado no es tan necesario, el ambiente en el exterior se percibe fresco, aunque sabes que en cuestión de horas el calor volverá con la misma fuerza que todos los días, te alegras de que el día inicia con un ligero cambio a la cotidianeidad de la época más sofocante del año.
Si estás lejos de la ciudad, te sientas en una terraza o en el jardín, disfrutando los primeros indicios de frío, y te quedas en el exterior hasta que el alza en la temperatura te recuerdas que el clima de otoño recién inicia, y que al verano, aún le quedan sus últimos días.
Poco a poco, las nubes se van retirando del cielo, y vuelve a verse un azul claro que brilla de horizonte a horizonte, pero a diferencia del de junio, que es cálido y abrasador, en esta temporada transmite una ligera calidez, agradable a la piel, permitiendo que sople un viento fresco que cada vez se puede sentir en más momentos del día, hasta que incluso a la hora de la comida se puede disfrutar.
Las lluvias hacen una última aparición en este antepenúltimo momento del año, te obligan a encerrarte en casa cuando impactan en forma de fuertes tormentas o huracanes, pero una vez que pasan, la naturaleza transfiere la calma propia de esta época del año.
Los árboles, que ya han dado sus frutos, empiezan a mostrar caras de cansancio después de haber cumplido con el ciclo de la naturaleza, pareciendo que se secan lentamente.
Notas que las hojas que lucían vivas e irradiaban un verde intenso pocas semanas atrás, empiezan a palidecer en tonalidades que tienden al amarillo y al ocre, algunas incluso se desprenden de las ramas, exponiendo a la planta al frío.
Únicamente los cítricos permanecen firmes, anticipándote el olor decembrino de la mandarina y avisando que vienen en camino los limones y naranjas para enfrentar las gripas de invierno.
Por el suelo, las plantas de calabaza se extienden como si fueran un tapete, así llegan el punto de cortar las primeras flores para desayunarlas, o de cuidar sus frutos para cosecharlos las próximas semanas.
Las enredaderas que han crecido en la temporada de lluvias, lucen en su máximo esplendor, y puedes presenciar algunas flores que anticipan el día de muertos, como las caléndulas y los crisantemos.
En las mañanas y en las noches, sientes la necesidad de antojo hacia ciertos alimentos que incluso al mediodía parecería una locura saborearse: como el chocolate caliente, el champurrado o el atole.
Pareciera que la transición lógica en los platillos fuera que los gustos pasaran de los alimentos fríos a los cálidos, pero por alguna extraña razón, las tardes se cargan de una necesidad de dulce como pocas veces ocurren en el año, y es así como la fruta cristalizada que se exhibe en el mercado llega a actuar como una tentación difícil de ignorar, hornear pan o empanadas por las tardes se vuelve común, el camote enmielado también hace su aparición, y hay quienes se anticipan hasta con el pan de muerto.
Incluso los aromas cambian, cuando las cocinas pasan de olores frescos del marisco y las ensaladas, a otros más “familiares”, como la canela y el clavo.
Parece que en las ciudades, la vida toma un ritmo diferente, no es más rápido ni más lento, pero me atrevo a decir que es más social.
Conforme se va desterrando el calor, te apetece más salir a disfrutar al exterior del restaurante, y empiezas ver que las banquetas en los centros históricos de las ciudades se llenan de comensales, también disfrutas al observar que el arte toma vida fuera de los museos cuando caminas y encuentras exposiciones en los parques, o te enteras de presentaciones de libros en las plazuelas.
Los días parecen cargarse también de cierta nostalgia, conforme pasan las festividades patrias, y se acercan las que conmemoran a los difuntos, las posadas, la Navidad, y el regreso de la familia a casa.
Las personas también cambian, porque cuando hace calor no quieres que nadie se te acerque, pues el clima es lo suficientemente asfixiante como para que otros vengan a empeorarlo, como decía un primo “por eso los culichis son tan broncos, del calorón que hace y por estar sudados todo el día no quieren a nadie cerca”, pero conforme baja la temperatura, uno desea el abrazo y la cercanía con otras personas.
El sol cambia su rutina, empieza a salir más tarde, y a esconderse más temprano, observando tu reloj en estos momentos, te das cuenta de que día con día, te quedan menos horas de luz.
Algo cambia también en las noches, porque, aunque todavía no es necesaria la chamarra, el clima del momento te permite volver a salir al aire libre, y los cielos despejados, permiten que veas las estrellas con cada vez más claridad.
Pareciera que puedes tocar la luna de lo cercana que se observa, y brilla con más fuerza conforme se acerca el final del año.
Es justo en estas veladas cuando caes en cuenta de que incluso los vicios cambian cuando con la llegada del clima templado, porque las cervezas se cambian por el tequila o el mezcal, y más de algún fumador empieza a buscar los cigarros de clavo.
También aparecen animales que migran desde los confines más helados del mundo, buscando temperaturas más amigables para sobrevivir al invierno con comodidad.
Llegan las mariposas monarcas e inundan los bosques del centro del país, los patos hacen su presencia en los estanques y lagos, también los murciélagos abundan en esta temporada en las cavernas.
El mar tampoco está excento de tortugas y ballenas que buscan aguas más cálidas.
Algunos animales empiezan a rondar por los arroyos con sus crías pequeñas, que nacen a finales del verano o inicios del otoño, recuerdo particularmente haber visto así un grupo de cholugos o coatís acompañados de sus crías, así como las codornices que caminan en fila suelen llevar a sus polluelos en la formación.
Con el cambio de clima, viene la mejor temporada del año.
Y aunque el calor aún sigue azotando en las horas donde el sol alcanza la cima del cielo, se dibuja una sonrisa porque sabes que el frío se acerca, con todas las festividades que conlleva.
Cada mañana y cada tarde, puedes ver cómo el frío avanza, en los pequeños detalles, hasta que sin darte cuenta, el verano ha quedado atrás.
Es un paraíso alegre, con ganas de celebrar y convivir, tiene ánimos de reencuentro, sabor dulce y cálido, es el paraíso de la llegada del otoño.