Con el triunfo de Javier Milei en la Argentina pareciera que una nueva derecha estaría en el horizonte latinoamericano.
Esto no significa que se haya extinguido por el auge de los gobiernos de izquierda en LATAM; más bien estaría repuntando gracias a la ineficacia de los mismos, embobados en luchas identitarias que se alejan de los principios de la izquierda revolucionaria original.
El hecho de que la izquierda esté gobernando en Latinoamérica no significa que la derecha esté perdiendo fuerza o vigencia porque históricamente han sabido de qué forma reagruparse y organizarse para influir en diferentes contextos nacionales por medio de lobby o grupos empresariales.
Tan solo mencionar la organización secreta El Yunque, nacida en 1953 en Puebla según la investigación del periodista Álvaro Delgado, que se dedica a infiltrarse en diversos partidos (el PAN, mayoritariamente) para atraer adeptos y espiar.
El politólogo italiano Norberto Bobbio ofrece un panorama claro sobre cómo definir los conceptos de izquierda y derecha, por lo que ofrece 3 elementos centrales:
En primer lugar, izquierda-derecha son conceptos antitéticos, es decir, uno no puede vivir sin el otro.
En segundo lugar, la distinción entre uno y otro versa sobre el concepto de igualdad (la derecha concibe la desigualdad como parte de la naturaleza y es hasta cierto punto deseable; mientras que la izquierda afirma que es un constructo social erradicable).
Por último, Bobbio plantea que suelen existir otros conflictos que son ortogonales en la definición de izquierda y derecha. Así, el autoritarismo puede tener cara de derecha con el golpe Pinochet en Chile, pero también de izquierda con Fidel Castro en Cuba.
Con el ocaso de las políticas neoliberales de los años 80’s y 90’s, el giro a la izquierda estaba más que cantado, pues la narrativa pasó de la liberalización económica y la primacía de los mercados libres, a la intervención estatal y las políticas públicas redistributivas. El nuevo paradigma era ahora la desigualdad del ingreso; la desigualdad comenzaba su proceso de politización con personajes como Hugo Chávez en Venezuela o Rafael Correa en Ecuador, pues los grupos opositores se empezaron a agrupar para contrarrestar a la derecha conservadora neoliberal.
Otro factor de este proceso era el alejamiento del Consenso de Washington y su declive de influencia en la región; en tercer término, quedó al descubierto que las reformas neoliberales no traían beneficio en términos de reducción de la desigualdad, por lo que se comenzaron a implementar políticas públicas en ese sentido.
Ahora parece que vivimos una regresión de lo vivido en los 80’s y 90’s anteriormente mencionado, el discurso sobre la ineficacia del estado y su minimización está muy latente de nuevo.
Uno de los recursos retóricos que la derecha latinoamericana ha utilizado históricamente es el de la eficiencia económica. Por ejemplo, presumen mucho el llamado Milagro Chileno que sacó, argumentan, del apuro económico al país sudamericano, aunque este hecho tiene sus defensores, pero también sus detractores. De la mano del tema de la eficiencia económica viene otro tema central de la derecha en LATAM: el discurso sobre la izquierda “empobrecedora” que solamente busca clientelas, nepotismo y corrupción.
Ante el descontento de la gente con la ineficiencia de los gobiernos de izquierda, los exponentes de la Nueva Derecha han sabido potenciar sus discursos reaccionarios con figuras como Lacalle, Bukele, Milei y Lasso, pero antes también con Bolsonaro y Piñera. La mano dura en términos políticos está volviendo a ganar adeptos ante la violencia rampante de la región (véase las cárceles en El Salvador producto de la casi exterminación de las Maras) en contraposición con la política de Derechos Humanos que han estado pregonando los políticos izquierdistas.
Por lo pronto la Nueva Derecha está (re)insertada en la Argentina, los candidatos, como Milei, que se venden a sí mismos como antisistema, outsiders, anticasta, han conseguido retomar un electorado que habían perdido décadas atrás, debido a un cúmulo de factores como la hiperinflación y el descontento social, pero también es más que necesario mencionar que fueron los medios de comunicación argentinos los que propulsaron el discurso reaccionario de El León, pues medios como La Nación (diario de corte conservador auspiciador de golpes de estado) por medio del altamente desacreditado Eduardo Feinmann; y el periodista Esteban Trebucq, han estado ofreciendo plataformas al otrora estrella de rock.