Lecturas para un momento. Don Pepo. 9/10

Don Pepo no ha perdido de vista ninguna de las rápidas maniobras del cantinero.
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Don Pepo ha escuchado a Zulema referirse a él con palabras elogiosas; que surten en él, un prodigioso efecto: al oírlas; se incorpora en la butaca y cambia asombrosamente, su actitud hasta entonces pasiva, y pasa a un estado de ánimo de mayor entusiasmo.

Su primer gesto, es una franca sonrisa, después; se yergue, y apoyado en el respaldo de la butaca se levanta, y pidiendo disculpas a las damas: se dirige al tocador para caballeros.

Donde después de desahogar su “cuaresmeño”, como él lo llama; cierra la bragueta del pantalón, se enjuaga las manos y mirándose al espejo, se alisa las plateadas sienes, ajusta su blanca guayabera, y asegurándose de no estar mal presentado; sale del tocador todavía un poco despistado; y con gesto de galán venido a menos; sortea sillas, mesas, y se dirige a la barra del Jazz Bar.

De pronto: ya está sentado en la barra, donde él sonriente cantinero, dándole una amistosa palmada en el hombro izquierdo; le saluda diciendo:

– ¿Cómo se siente esta noche Don Rosario José? ¡Ya veo que está usted en grata compañía!  Don Pepo sonríe con cierta fanfarronería y arrastrando un poco las palabras:

– Afiirmattivo coompañeero; sson unass rresspettabless seeñorass, peero… quieero deejarlass ssolass unoss moomeentoss paa que se poongan de aacueerdo, siempre es mejooor que sean eellas las que déécíídan, en completa armoonííía; paa míí seráá íguuaal, deé diveeertíddo ¡jejeje! –Hombre que afortunado es usted, y dígame ¿cómo las conoció?

–Hay mí queeríido Bartender; si yooo tee lo coontara; noo me loo creeríías: saábes, yo soyy un hombrre con muscha ssuerte, la vvida me haá consseentído tannnto, que estóyy échado a gannnar ¡jejeje! –Hombre, pues lo felicito.

A ver qué día viene más temprano para que me dé usted unos consejitos.

¿Qué le sirvo? –Bueeno míira qué taál ssí me shirves uno de esos tragosh jawuayanoss con musho zsabor y ni madres de alcohol, a ver ssí sche me baja un poquitín eschta peddita que me carggo. -Claro que sí caballero.

Y al instante el amigable Bartender:

Pone sobre la barra una jarra de cristal y con maestría inigualable, vierte dentro de ella una variedad de abundantes chisguetes de otras tantas botellas; y poniendo frente a Don Pepo un vaso limonero grande, lo llena de aquella mezcla, lo agita y colocándole un popote dentro; lo adorna con una roja cereza y, una gran rodaja de naranja horqueteada en el filo.

Don Pepo; meciendo la cabeza al ritmo del meneo del cantinero; no ha perdido de vista ninguna de las rápidas maniobras del cantinero:

Toma el vaso, y quitándole el popote, engulle de un mordisco la cereza y de otro la rueda de naranja, masticándola con todo y cascara; hace un gesto de placer y acto seguido, se empina el vaso hasta verle el fondo; se reacomoda en el taburete de la barra; chasquea la lengua y pide repetir la bebida, pero sin el popote y sin los adornos anteriores:

Se empina el segundo vaso de aquel reconfortante brebaje y tomando una servilleta, se limpia con brusquedad los labios. Eructa poniéndose una mano en la boca y se disculpa por sus modales tan faltos de cortesanía y agradece la gentileza del buen servicio.

Vuelve a reacomodarse en el taburete, y levantando la mano izquierda para fijar la atención del servicial Bartender; mientras se va recuperando de la borrachera: da inicio a un largo y pormenorizado relato, sobre el origen de su descendencia lusitana; al cabo del cuál; recuperado parcialmente, acuerda con él barman, el regreso a su mesa. 

Después de ofrecer disculpas por retener a Don Pepo en la barra; el Bartender separa la butaca con gentileza, para que él se vuelva a instalar haciendo el cuarto.  

Ha quedado acomodado entre Esmeralda y Remedios, a las que mira, y acariciándoles la barbilla; les dedica un puchero que termina en un beso al aire. Zulema lo ve directamente, y él se disculpa juntando las palmas de sus manos y fingiendo una respetuosa reverencia.

Todos ríen festejando su ocurrencia y se abrazan formando una rueda en torno de la mesa, para seguido hacer un brindis; que parece será el del estribo:

Don Pepo protesta diciendo que apenas se está sintiendo en sus meros moles. Zulema le recrimina que se ha ido a coquetear con el ‘Currito’ de la barra y él se disculpa diciéndoles: que no confundan, que solo se trató de atender una consulta profesional y que además fue correspondido con un par de exquisitos tragos afrutados.  

Zulema: -¡bueno! Bueno; escúchenme por favor: Pediré la cuenta; aunque ya fue pagada por ya saben quién: falta el moche que es sagrado y sin más, hace señas gritando:

¡Caramelo! ¡Caramelo! el joven y agraciado mesero, se acerca al instante y Zulema le besa en ambas mejillas diciendo “ton conseil chérie” al tiempo que le pone un billete en la mano; Remedios y Esmeralda solamente le besan y él delicado jovencito emocionado por las muestras de afecto:

Se abraza a Don Pepo y a este no le queda más que corresponder a aquel el gesto de ternura inesperado.

Zulema continúa: -Cómo ustedes saben, mi casa está aquí a solo dos cuadras… y les recuerdo que quedamos, de irnos a terminar la velada ahí. Remedios y Esmeralda aplauden entusiasmadas gritando:

-¡Sí! ¡Sí! ¡Vamos, vamos! Pero Don Pepo al escuchar la propuesta, de inmediato se pone nervioso y recuerda a los pinches murciélagos. Imaginando el terrible zafarrancho que le espera; le hace señas a Zulema; ambos se miran y fingiendo un apasionado abrazo, intercambian palabras al oído…

Al separarse Don Pepo parece más tranquilo; Remedios y Esmeralda que se han tomado en serio lo uno para todas y todas para uno: no se quedan atrás y sonriendo con picardía le dan tan tremendo arrejuntón, que Don Pepo emite un pujidito, pero siente la opulencia de los cuerpos rejalados y confianzudos; y no puede menos que sentir una ligera excitación, y regaña los malos pensamientos, que ya han hecho  presa de su cerebro embotado aún por los efectos del alcohol…  

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