Don Pepo: que como ya sabemos, es un hombre de la tercera edad; pues apenas a principios de agosto cumplió los setenta y un abriles.
Su complexión física, dentro de lo que cabe; es envidiable, pero ya acusa los estragos del tiempo y de la vida disipada; y aunque es hombre equilibrado y cerebral, es afecto al trago, a la bohemia y al runchiflón.
A pesar de su edad; no han sido pocas las veces que ha visitado la barandilla de Bachigüalato: y su pickup Apache GMC modelo 52 ha ido a parar a la pensión municipal de la Costerita; unas veces por conducir en estado de ebriedad, otras por broncas de cantina y las más frecuentes por faltarle al bando de policía y buen gobierno de la ciudad.
Pues él, se precia de ser tomador fuerte. Se ríe de los pistiadores incontinentes, y asegura que él: no deja en el mingitorio de las cantinas lo que se toma. Ya pistiado le gusta orinar al aire libre y es presuntuoso de su virilidad; asegura que él hace el amor a cualquier hora del día o de la noche.
Que su vigor y su hombría no son casualidad; que es herencia de su padre, que fue un buen garañón.
Don Pepo conoció también a su abuelo Sabas, que fue un viejón tremendo: y escuchó los atrevidos relatos, de sus viajes; de sus aventuras amorosas y de cómo se ganaba el dinero, siempre arriesgando un poco menos de lo que podría ganar. Solía decir:
<<Porque para ser hombre de verdad; es necesario tener cuatro condiciones: La primera: ‘tomar sin emborracharse’; pá que naiden se ría de ti. La segunda: ‘enamorar sin pasión’; pá que ninguna mujer te tenga seguro, ni juegue con tus sentimientos…
La tercera: ‘robar sin desacreditarse’ siendo hombre de trato y bueno pá los negocios: se puede robar sin desacreditarse.
La cuarta; ‘pelear cuando hay razón’; porque del lado de la justicia no hay pierde>> y Sabas su abuelo; cuando estaban los primos de visita: se explayaba, contado un sinfín de historias de su pasado familiar. Por él se sabía de su lejano origen, que se remontaba a cientos de años en el tiempo atrás…
Por eso es qué, Rosario José Figueres de la Costa, alias Don Pepo, sabe que es descendiente; de aquellos intrépidos marinos Lusitanos, que a mediados del segundo milenio; convertidos ya por las guerras y el devenir de la historia; en bizarros navegantes; protegidos por los colores de la bandera del Reino de Portugal, y en nombre del Rey Juan II [“Él príncipe Perfecto”: hijo de Alfonso V y de la infanta Isabel] se hicieron a la mar, junto con otros aventureros.
Fueron tan osados y temerarios que, atenidos nada más que a su valor, y sin más carta de navegación que la bóveda celeste; llevando por instrumentos para orientarse; de día, el mismo sol y por las noche las estrellas:
Se atrevieron a desafiar la inmensidad del océano y sus borrascas, que en noches de tempestad; por momentos, sus frágiles embarcaciones; se convertían en juguetes de Poseidón: según nos cuentan los cronistas de aquellas largas y azarosas travesías; que los trajeron hasta América: donde conocieron el calor del trópico, y las tierras más fértiles, exóticas, ricas y bellas del mundo.
Las mismas que después de regarla con su sangre y con la nuestra; abonarla con sus restos mortales y los nuestros: se adueñaron de ella, y nos impusieron su presencia militar, su gobierno, su religión y sus costumbres; comenzando así, un mestizaje que para bien o para mal, nos convirtió en lo que ahora somos.
Por eso ahora, después de doscientos años de lograr la independencia de España, nos sentimos otra vez dueños de estas tierras, y de nuestra libertad, para volver a ser lo que antes fuimos: una de las culturas más grandes de la historia universal.
Hoy, La Cultura Americana, y sus pujantes naciones, viven una nueva era; y estamos listo para apostar el resto… porque gracias a los nuevos liderazgos; los mexicanos hemos levantado los ojos para ver la grandeza de nuestro cielo, y para a ver como vuelven a surcar los aires las majestuosas Águilas Mexicanas, para llegar a todos los destinos del mundo…
Don Pepo, está fatigado: después del esfuerzo, que le ha costado hacer semejante apología personal; se levanta y se da perfecta cuenta de que está borracho, se revisa con preocupación y se alegra, al sentir que la entrepierna de su pantalón aún está seca; se pasa las manos por el cabello y busca con la mirada a Zulema… se percata de que ella, platica animadamente con Esmeralda y con Remedios.
Resulta que, en su viaje al tocador para varones, se ha perdido y de regreso, se le ha hecho fácil, estacionarse en la barra; donde el Barman del ‘Jazz Bar’ debido a su excelente formación y a que esta noche hay pocos clientes: lo ha estado atendiendo y escuchando con suma cortesía.
Don Pepo ha recuperado la suficiente ecuanimidad, como para darse cuenta de su estado, sabe que se ha apartado de su mesa por algún tiempo; según él Barman, ha pasado aproximadamente una hora que se ausentó de la mesa.
Don Pepo le pide que le sirva una bebida reconfortante; y después de beberla, le pide una cosa más: lo acompañe a la mesa y les pida disculpas a las damas por habérselos quitado tanto tiempo: y lo complace, pues él Barman, en verdad si conoce a Don Pepo, porque ya antes le ha obsequiado una que otra cerveza, cuando le ha tocado venir en calidad de plomero, a prestar algún servicio de mantenimiento en el bar, y se da perfecta cuenta de las circunstancias y decide ayudarlo de buena gana.
Y acercándose a la mesa: Señoras, quiero pedirles disculpen mi falta de consideración; pues les he quitado la compañía de este caballero, para pedirle unos consejos relacionados con la vasta experiencia que él posee sobre bebidas internacionales. Acto seguido separa la butaca para que Don Pepo se instale de nueva cuenta en su lugar….