Lecturas para un momento. Sexta parte.

Don Pepo aburrido ya no aguanta el encierro; hace una semana que está atrapado en su casa.
BBANG
Sinaloa Seguridad Alimentaria

Don Pepo, nuestro personaje, se encuentra parado en la banqueta de la acera oriente de la avenida Ruperto Paliza y Bulevar Leyva, a espaldas del Parque Revolución; justo frente a las instalaciones de la Benemérita Cruz Roja, a donde vino a parar en las primeras horas de la mañana, después de la aterradora noche anterior: – Incrédulo de lo ocurrido: se soba la barbilla y al mismo tiempo niega ligeramente con la cabeza; no puede evitar que en su memoria se atropellen los recuerdos…  

Lo ocurrido durante la noche anterior, aún lo tiene impresionado, pero por encima todo aquello; una preocupación pesa sobre él cómo una lápida: cómo le va a hacer para justificar su ausencia durante toda la noche… ¿con qué le voy a salir a mi vieja? ¿Qué mentira le voy a contar ahora? De por sí, desde hace días que me trae en jabón… y esa perturbación lo hizo trastabillar y caer al pavimento; pero, duda de éste pensamiento; porque es tal su congoja que, cree que se ha desmayado antes de caer y golpearse la cabeza quedando inconsciente…

La cinta corrió veloz por su memoria: es levantado por los jóvenes que esperan el camión del transporte de la Coppel; en la farmacia Guadalajara de Madero y Rubí… recuerda vagamente que lo confundieron con un teporocho y que ellos mismo llamaron a los socorristas.

Recuerda sin poder evitarlo, como lo subieron a la ambulancia y palpándose los bolsillos agradece que le respetaran sus pertenencias; recuerda un poco mejor; cómo fue que lo bajaron de la ambulancia en una camilla, para meterlo al pabellón, y ya dentro, lo pasaron a una cama; donde tras una breve auscultación: él médico de guardia ordenó para él, un suero vitaminado; y mientras una piadosa enfermera le buscaba la vena para transfundirlo; un joven pasante, menos diestro; le rasuró una parte de cráneo y le practicó una rápida  y abultada curación.  

A pesar de su deplorable estado físico: él Médico de guardia pensó que su cara le era familiar; y sin abandonar su actitud impersonal, pidió la información del paciente; al leerla sonrió, sacó su teléfono celular, marcó y esperó a que le contestaran: ¡eeyp compañero! ¿Qué milagro? – Si hombre, mira no te alarmes: te llamo porque aquí está tu jefe, parece que se cayó en la calle y nos llamaron – Voy para allá, – Te espero, dijo lacónico y colgó… y regresando a la cama de Don Pepo: le tomó el pulso y sin dejar de mirarlo le dijo:

– Oiga; ya le avisaron a su familia. A Don Pepo le vino un repentino ataque de tos que lo enrojeció y dejó un instante sin aliento… y sin apartar del médico sus ojos desorbitados: ¡¿Cómo dice que dijo!? ¿A quién le avisaron? – Tranquilícese, ya viene su hijo – ¡Ha, menos mal! Gracias doctor. Y fingiendo agradecimiento; ensayó una sonrisa que terminó en un quejido ¡ay!…  

Don Pepo: tan pronto el médico se apartó de su cama; él dirigió sus ojos a la botella del suero y le agradó ver lo rápido que estaba pasando y pensó: a cómo va, en diez minutos se acaba, buscó con la vista a la enfermera y al pasante que lo atendieron; y dándose cuenta que estaban ocupados con otros pacientes: solo esperó a que cayera la última gota de suero, y actuando con rapidez, se despegó la gaza, se sacó la aguja y apartando él catéter; se incorporó, y viendo que tenía puestos los zapatos, hizo la vertical y poniéndose la cachucha, sin pensarlo ni un instante más, se escabulló entre el barullo del pabellón que en ese momento estaba a reventar… 

Al verse fuera del pabellón, se lanzó a la calle y al salir, giró en redondo para ver a todos lados, esperando toparse con su hijo, se serenó un poco y antes de emprender la retirada pensó que era mucho mejor para él; esperar a que su hijo llegara… 

¿Papá que te pasó?  – Mhijo querido te lo contara, si se pudiera creer. – Su hijo lo observa de pies a cabeza, lo abraza con ternura y Don Pepo se encoge protegiendo sus costillas; el hijo lo suelta y al acariciarle las canas se topa con la gaza que cubre el chichón rasurado. – Me dijeron que te caíste y que parece que estabas borracho. – No mhijo que borracho voy a estar, -Pues hueles a trago fuerte. – Sí porque me eché un trago del licor de café que me trajiste de Oaxaca.

– Bueno bueno, no quiero mortificarte, a ver ¿qué te pasó? – Pues nada que me caí al cruzar el Madero y me golpie la chompeta. – ¿Y porque estas tan manchado y arrugado de la ropa; que tú mujer no te plancha? – Es que es la ropa de ayer, no me la cambié, apenas iba pal mercado. – Bueno y ¿qué te dijo el médico, porque te echaron para afuera tan luego? –Es que no fue gran cosa…. Don Pepo sintiéndose acorralado, optó en cortar por lo más sano: – Mira mhijo: hay cosas buenas que parecen malas, resulta que… y en pocas palabras le contó lo ocurrido la noche anterior.

Su hijo lo escuchó atónito, sin dar crédito al extraño relato, le preguntó: y, ¿Qué piensas hacer? tienes que volver a tu casa y a ver cómo te las averiguas. –Ahí es donde tú me puedes ayudar, veras: hay que decir que éste accidente lo tuve ayer tarde y que pasé la noche en las Cruz como desconocido hasta ahorita que me conoció tu compañero médico y te llamó… Él hijo moviendo la cabeza: -A que la fregada, bueno pues, a ver cómo nos va… 

Don Pepo aburrido ya no aguanta el encierro; hace una semana que está atrapado en su casa, bajo la estricta vigilancia de su mujer y en estado de convalecencia; ella no le ha permitido poner un pie en calle y lo ha sometido a intensos interrogatorios; por momentos piensa en escapar, pero por fin tiene una idea brillante; se le ha ocurrido una idea mejor: pide la visita de un médico que certifique su estado de salud física y mental.

Su mujer que conoce la clase de marido que tiene; acepta, pero su sexto sentido le dice que ha sido engañada; y sospecha que él viejo mañoso y taimado le quiere tomar el pelo una vez más. Ella sabe que él pinche viejo cebollín, rabo verde ya no aguanta él encierro, que tiene ganas de volver al Asturiano a tomar sus tradicionales piernudas pacifico, que ya quiere volver al karaoke con sus amigotes a hacer el ridículo y al  runchiflón de seguir en con sus chingaderas: por eso se decide a llamar a un médico que le recomendó una vecina. 

Son las cinco de la tarde y él médico ha llegado a cumplir la visita, él joven galeno sonríe levemente con cierta malicia, parece avisado del asunto y ha aceptado prescribirle una semana más de encierro.  

Buenas tardes señora, ¿dónde está el pacientito? – Pase usted doctor, pase por favor, siéntese. – Y con voz autoritaria le grita: ¡Pepo ya llegó el doctor! ¡Pepo no me escuchas! – Ya voy mujer, me estoy poniendo las chanclas… y uno instantes después, hace su aparición en la sala donde el medico lo espera. Saluda con buen talante. -Buenas tardes Doc. ¿Que lo trae por aquí? –Vengo a ver un paciente desmemoriado y con síntomas de esquizofrenia.

– Don Pepo reacciona ¡Ha caray!  ¿A ver cómo está eso?… al instante sin dar tiempo a más diálogos, la señora interviene. –Él es el paciente doctor. El medico se acerca a Don Pepo y éste le guiñe un ojo. – A ver vamos a ver: diga, ¡ha! y con el abate lenguas lo incomoda; sonriente le examina los oídos, lo manda erguirse y con el estetoscopio le escucha el corazón que retumba con gran poder, le cuenta frecuencia cardiaca y mide su presión arterial; lo manda a toser y Don Pepo lo hace tan fuerte que casi arroja un pulmón.

El Médico después de interrogarlo, en relación con el evento catatónico de los días anteriores; parece que ha terminado su consulta. La señora de Don Pepo parece impaciente por tantas consideraciones, ella lo que quiere es que el Doctor de acuerdo con lo convenido; lo diagnostique incapacitado por varios días más.

– ¿Cómo lo encuentra Doctor?, ¿verdad que está muy malo? Pero el Médico, que desde el principio percibió la señal de ayuda del “paciente”, dio terminada la consulta diciendo: Me esperaba algo peor; pero la verdad es que éste señor está más sano y avispado que un mozo del mercado y mi concejo es que deje de fingir y mejor se vaya a tomarse una cervezas, a jugar dominó con sus amigos y si se puede, en lugar de medicinas: le preparen un buen  pescado al horno,  con una salsita de  pepino y un buen mazo de tortillas recién hechas… de la consulta, no me debe nada, con su permiso señora, pasen buena tarde…continuará 

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