Lecturas para un momento. Tercera Parte.

El reloj del parque Revolución dio trece campanadas, Don Pepo salió del hipnotismo de aquel relato.

Don Pepo, él ‘mil usos’ más conocido del barrio del Mercadito Izabal, [conocido como el Corralón de los Chirrines], y todos sus alrededores, ha acudido en visita “profesional” a casa de la señora Quiñonez, que está desesperada, pues tiene un problema que no le quiso contar por teléfono y lo ha hecho venir a su casa para explicarle y pedirle su ayuda… 

-No Don Pepo, yo no tengo problema de goteras: su voz ha cambiado de tono y ahora es enfática y quiere ser confidencial.  Don Pepo la mira fijamente, y con petulancia de “sabelotodo” afirma: -entonces señora, usted tiene descompuesto el “airconditión”.

Ella vuelve a negar, y ahora su voz tiene inflexiones dramáticas, se oye trémula, su barbilla tiembla, sus ojos negros  expresan temor y timidez, y las lágrimas se asoman; ella intenta dominarse sin conseguirlo: mira a Don Pepo con vehemente ansiedad, y sin poderse explicar más; sé desvanece, yéndose de bruces sobre él, que sorprendido al no poder sostenerla:

Hace un puff involuntario expulsando el palillo que lleva entre los dientes, y  ruedan derribando el violetero de la mesita de centro;

Don Pepo ha perdido por completo la compostura de su regordeta figura; y yace tumbado boca arriba con ella encima; se le ha zafado un tirante del pantalón, su ajustada playera ha dejado libre su barriga cervecera, está sofocado, puja concentrando fuerzas y consigue gritar con voz tipluda y quejumbrosa:

¡señora! ¿Qué le pasa señora? ¡Señora! por el amor de dios, ¿qué le pasa? se incorpora con dificultad y quitándosela de encima; la acomoda sobre el sofá; recupera su cachucha que ha volado por los aires y la abanica sobre la señora Quiñonez; que desvaída, y con el rostro desencajado balbucea un gemido que parece decir: losmuurshielagoz… sonmursshielagoz;

Para después quedar totalmente inconsciente: de su boca ha escapado la dentadura postiza y Don Pepo en un acto de pudor; le acomoda la bata de trajín casero; masculla descontrolado y finalmente busca la cocina y regresa trayendo un vaso con agua; le pasa la mano por la nuca y levantando su cabeza la hace beber, y con el resto del fresco líquido, le moja la cara con delicadeza;

Al ver que ella empieza lentamente a reaccionar; con un tono protector le dice: – señora, señora, ya pasó, ya pasó. Ella sigue flácida y con los ojos cerrados y poco a poco, ayudada por él, logra sentarse; él a su lado, la interroga con acento comprensivo:

¿Qué le ha pasado señora? Se ha desvanecido tan repentinamente que me ha pegado un buen susto; ella medianamente recuperada apenas atina a disculparse:

-¡Ay señor Don Pepo! Que apenada estoy, que va a decir usted, pero es que estoy tan asustada, – No se preocupe por eso señora, él la interrumpe: mejor serénese, cálmese y cuénteme lo que le pasa, porque me imagino que por eso me ha hecho venir a su casa y… se acomoda frente a ella dispuesto a escucharla: 

Si Don Pepo; mi amiga Lupita y su esposo Philip lo saben; y me han dicho que usted puede ayudarme. Aunque, francamente le digo, que cuando lo miré, me arrepentí de llamarle, pero no me dejé llevar por las apariencias y me alegro. Don Pepo, intrigado, abrió los brazos y volteo a verse a sí mismo, y entre los dos hubo un breve silencio, que ella aprovechó para ordenar sus pensamientos y…  reanuda el dialogo, ahora su voz tiene un agradable timbre didáctico:  

Mi nombre es Zulema, nací aquí en esta casa, y aquí me crie junto con mis hermanas, de niña fui alegre y traviesa como todas las niñas, pero conforme crecí, me fui haciendo caprichosa y corajuda, al llegar a la adolescencia, me volví de carácter retraído:

La pubertad me rebeló que el cuerpo tiene expresiones contundentes y que las emociones del corazón; sorprenden nuestro cerebro… con esto le digo, que yo empecé a sentirme diferente, y lo primero que se me ocurrió; fue ponerme a la defensiva y dejar los juegos, para evitar los roses, pues creí que evitándolos, nadie sabría los efectos que me causaban, que por muy inocentes que fueran: me excitaban…  

En este momento, Don Pepo tiene otra expresión; sus ojos irradian serenidad, se ha quitado las manos de la cintura y sus facciones se han dulcificado;

Inclinado hacia adelante, casi tocan las manos de Zulema; ella recupera la tranquilidad perdida; el hombre que está ante ella; le inspira confianza, le da seguridad. Sonríe ligeramente y continúa: mis padres pensaron que todo se debía a mis cambios hormonales:

Empecé a dormir sola, temerosa de que se supiera, que en mis sueños se repetían inquietantes sensaciones, y que se habían despertado mis deseos.

Desde entonces sufro en silencio mis inclinaciones. No acepté noviazgo con nadie y cuando salí de la Webster; me desempeñé como trabajadora social unos años y jun día renuncié: quería conocer el mundo:

A la muerte de mi padre; viaje a Europa, por un mes y me quedé en Francia treinta y nueve años: allá pude ser quien creía ser; y un día conocí a un hombre muy fino y muy guapo, un gran ser humano y con él me casé.

Juntos pusimos un exitoso restaurant de comida mexicana, que era visitado por muchos artistas y compatriotas. Siempre dormimos separados, ese fue el acuerdo y el secreto del éxito de nuestra unión.

He regresado a este lugar para dar cristiana sepultura a mi madre; y ahora estoy aquí, sola, deteniendo las paredes de esta vieja casa, que no es toda mía. Conservo los ahorros de la venta del negocio en Francia y de mi esposo y amigo, no he vuelto a saber nada. 

El reloj del parque Revolución dio trece campanadas, Don Pepo salió del hipnotismo de aquel relato; Zulema volvió a ser la señora Quiñonez, para decirle: – Don Pepo, Yo sé que usted tiene sus responsabilidades; que trabaja para sostenerse, y yo no tengo derecho a meterlo en mis problemas.

Pero le suplico que me ayude, será un trabajo para usted y será apoyo que yo necesito.  Zulema al ver que Don Pepo empezaba a inquietarse: se levantó y fue hasta un viejo chifonier de caoba, metió la llave, lo abrió y extrajo de él; una pequeña cajita, con objetos de valor;

Don Pepo fingió distraerse; ella sacó un billete y se lo ofreció, diciendo; ésta es su paga por este día, y si acepta el trabajo: le pagaré al terminarlo…

Don Pepo salió bruscamente de su fingida distracción, tomó el billete y lo agradeció preguntando: – ¿y que trabajo será ése señora?  –Nada de Señora: Zulema nada más. -Bueno está bien, Zulema, pero explícame de una vez por todas ¿de qué se trata? continuara 

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