Parte 1
El Primer Don de Tijuana
Alberto Sicilia Falcón nació en la ciudad de Matanzas, Isla de Cuba, un 30 de abril 1945 y sus primeros años estuvieron cargados de múltiples problemas por dos razones:
La primera, su carácter juvenil altanero y desobediente y, la segunda: su condición homosexual.
Cualidad innata en él, misma que supo llevar con soltura y naturalidad al principio, discreción conveniente después, pero siempre con dignidad, y que aunada a su buena presencia y apostura lo ayudó a templar personalidad y su temperamento de alto perfil; orientándolo para relacionarse con el resto del mundo, y le sirvió de llave maestra para abrir las puertas de un sub-mundo en el que encontró un universo de oportunidades, que él supo aprovechar y fueron la clave para relacionarse, lo mismo con proxenetas y traficantes, que con jefes policiacos; con artistas influyentes y poderosos políticos; quienes de una o de otra manera le ayudaron a romper el blindaje del bajo mundo hasta alcanzar la cima del poder y el predominio durante más de una década.
De Alberto Sicilia Falcón; se desconocen los pormenores de cómo vivió su niñez, pero por tratarse de un niño de la Cuba gobernada por el dictador Fulgencio Batista; durante la cual, se dice que la isla se convirtió en el burdel de los gringos; y que incubó las turbulentas condiciones de la revolución Castrista:
Es posible entender, el por qué a sus quince años, él era ya un muchacho rebelde y estaba convertido en un aguerrido y libertino jovenzuelo.
Cuando Kiry me mostró las fotos de recién llegados a Miami; francamente me pareció de más edad, quizá por su talla y las formas de su cuerpo o porque tenía una actitud de aparente madurez, deliberado y desenvuelto, era un muchacho precoz.
De rostro bronceado y ligeramente ovalado; de ojos almendrados que brillaban con inteligencia y sagacidad.
Los mechones del pelo cobrizo y ligeramente ondulado le cubría la frente y las orejas del rostro, que el sol del caribe había vuelto trigueño.
Bajo su nariz casi recta; en el breve espacio nazolabial, empezaba a brotar una incipiente pelusa.
El cinismo de la sonrisa le agregaba atractivo a una boca regular, cuyo labio inferior se pronunciaba sobre el superior en un mohín frecuente, que al desplegarse dejaban ver una dentadura regular de borde a borde.
Aquel gesto tan peculiar revelaba el carácter decidido y caprichoso que siempre ostentó, aparejado de un encantador y peligroso atractivo que para su suerte y la desgracia ajena; lo convirtió en una rara especie de príncipe venenoso y lo llevó a ocupar la cima del poder del bajo mundo del México de los años setentas.
Aquel rostro juvenil y encantador lo remataba un mentón bien proporcionado, que con frecuencia se adelantaba en un gesto retador y desafiante; en una actitud frontal reveladora de que a su temprana edad ya conocía por experiencias propias y ajenas; los sabores del tabaco y el efecto de las drogas y el alcohol; acostumbrado a hacer de la malicia una arma y conocedor de las primicias del sexo bajo sospechas de maldad.
Tal vez tengan razón los estudiosos de la psique humana cuando dicen… que infancia es destino.
Porque en Alberto Sicilia Falcón; los rasgos físicos de su rostro nunca desmerecieron, por el contrario; con el paso del tiempo se acentuaron, mejorando de manera notable y que unidos a la madurez de su cuerpo; lo distinguía entre los mejores ejemplares; y aquellos caracteres físicos unidos a su fuerza interior de sentirse pleno y saberse exitoso:
Hicieron de él una personalidad arrolladora que se apalancó en una enorme fortuna adquirida en actividades ilícitas y acumulada con gran habilidad, siempre in crescendo; le permitieron concursar en todas las esferas del poder con suficiente holgura…
Continuará