Por heteronomía (del griego heteros, “otro” y nomos, “ley”) se entiende, en general, a la condición jurídica, moral, o filosófica, según la cual una entidad se rige así misma según instrucciones o imperativos que provienen de fuera, o sea que no han sido generados por sí mismo.
En sentido contrario a la autonomía, ya que esta última significa que la entidad se provee sus propias normas, que hacen posible la libre manifestación de su voluntad, sin la intervencion de terceros.
La moral heterónoma se basa en la obediencia y la moral autónoma en la igualdad.
Así, un ser o entidad heterónoma es aquel que vive su vida propia o institucional, tratándose de personas morales, no según su propia autodeterminación, sino obedeciendo las leyes impuestas por otro, sea ese otro, un individuo, la sociedad, o algún tipo de poder.
Puede ser que lo haga en contra de su voluntad o con algún margen de indiferencia.
Con base en lo antes dicho, y de acuerdo con las evidencias públicas de que la Universidad Autónoma de Sinaloa, está sometida a un evidente y férreo control institucional por parte de personeros o comisarios del Partido Sinaloense, que han colonizado todos los espacios de la gobernanza universitaria, desde el Consejo Universitario, la Contraloría Social y la Comisión de Postulación, que decide la nominación de los rectores, más el control absoluto en la nominación de directores de facultades y los secretarios técnicos, estamos, sin asomo de la más mínima duda, ante la presencia de una universidad heterónoma, carente de autonomía para que su comunidad exprese su voluntad de manera libre e informada, un vicio de la voluntad, que ha sido demostrado una y mil veces en los medios de comunicación más relevantes de Sinaloa y el país, a través de sólidas investigaciones al respecto.
Es por todo ello que los argumentos circulares, repetitivos, sobre la supuesta violación de la autonomía universitaria, por parte del espurio encargado de rectoría Robespierre Lizárraga Otero, son falsos de toda falsedad.
La autonomía universitaria no existe porque nuestra máxima casa de estudios está secuestrada por un grupo político que ha impuesto su voluntad de poder y sus normas fascistoides de control corporativo.
El aserto no requiere probanza alguna, porque ya ha sido acreditado ante la opinión pública, una y otra vez. Solo hay que cruzar la membresía de la nomenclatura universitaria con la lista de afiliados al Partido Sinaloense para constatarlo.
Utilizar el escudo de la sacrosanta autonomía universitaria, pasa por la corrupción del término, es decir, por su resemantización, a la transformación semiótica del sentido del verdadero significado de “autonomía universitaria”, como una construcción de una realidad previamente conocida o aceptada, para comenzar a contemplarla de otra manera, mediante otra asignación o referencias, es decir, cambiar de significado o interpretación, muy al modo de las visiones antidemocraticas, del fascismo totalitario al que se refirieron George Orwell y Hannah Arendt en sus obras seminales de crítica a los sistemas cerrados y totalitarios, para de esa forma, intentar normalizar el latrocinio y corrupción endémica de la otrora Universidad Autónoma de Sinaloa, que han derivado en decenas de enjuiciamientos penales en contra de más de una docena de funcionarios universitarios.
Además, si la voluntad de la comunidad universitaria está viciada por coerción o extorsión, tal y como lo refieren decenas de hechos y testimonios, la autonomía universitaria por extensión padece lo que en términos jurídicos analógicamente sería una excepción de falsedad ideológica o subjetiva, porque la supuesta autonomía descansa sobre premisas falsas debidamente acreditadas.
La autonomía de la UAS es solamente un dispositivo retórico y nunca una realidad factual.