De presagios

Sí, pensé en ese hijo que aún no terminaba la carrera de medicina, en la hija que aún no podía tener un hijo a pesar de intentarlo por años.
BBANG
Sinaloa Seguridad Alimentaria

Taller de crónica.  20 de diciembre del 2023.

Aquel día fluía en mí la sensación de algo que no entendía, un sentimiento de nostalgia y dolor inexplicable en el pecho, pero era algo que no podía comprender, de pronto el llanto se apoderó de mí junto con una sensación de vacío. Mi primer pensamiento fue “aún me necesitan”.

Sí, pensé en ese hijo que aún no terminaba la carrera de medicina, en la hija que aún no podía tener un hijo a pesar de intentarlo por años y en la hija menor que no podía concentrarse en su futuro.

Pasó ese momento y continúe trabajando sin volver a pensar ni sentir nada, no analice el momento, solo continúe trabajando.

Pasaron varios días, ni siquiera recordaba lo que había sentido, de pronto, de nuevo estaba ahí la sensación y el  mismo pensamiento sin proponérmelo surgió de nuevo una voz: “aún me necesitan”.

Era el mismo sentimiento y sensación de vacío. Después continúe mi trabajo y no volví a reflexionar aquello.

Hubo una tercera ocasión en el transcurso de unos diez días.

Luego pasó aquello, sí, ese día salí de trabajar a las dos de la tarde, mi pareja fue a recogerme a la clínica 35, como todos los días, y nos dirigimos hacia la avenida Álvaro Obregón, de oriente a poniente.

Él manejaba un Cavalier deportivo rojo con quemacocos, muy bonito. Llegamos a la avenida y nos detuvimos en la esquina esperando que no viniera ningún automóvil para poder atravesar, en ese punto no había semáforo.

Esperamos, y un auto que venía de norte a sur se detuvo para cedernos el paso; llegó otro auto y se detuvo en el segundo carril, y un tercero que se detuvo atrás del primero, entonces decidimos pasar con precaución, yo llevaba el cristal abajo y conforme fuimos pasando agradecí al primer conductor y luego al segundo por darnos la oportunidad de pasar, al llegar al siguiente carril apenas íbamos pasando cuando una sombra oscura cubrió nuestro camino, si una sombra, la de la desgracia.

En milésima de segundo mire a mi compañero y al siguiente segundo gire de nuevo la cabeza para mirar como aquel automóvil venía directo a mi a impactarse contra mí costado, no sé que tiempo transcurrió, dicen que en esos momentos uno ve pasar toda su vida frente a uno, pero no yo lo que vi fue como la puerta se iba doblando hacia adentro intentando incrustarse en mis costillas y me fui doblando conforme se doblaba la puerta, escuché el crujir del metal y escuche cómo se iba fragmentando el cristal en el interior del hueco de la puerta mientras girábamos a 180 grados sobre nuestro eje, el otro auto se detuvo a 20 o 30 metros adelante, sobre la misma avenida.

En el siguiente instante revise mi cuerpo, pese al temor de mirarlo, luego miré a mi compañero, sin una sola gota de sangre, ni un solo rasguño. ─Estás bien. Preguntó.  ─Sí, todo bien, –respondí- pero no puedo salir de aquí, la puerta no se abre.

Él abrió su puerta y salió del auto, se revisó a sí mismo  no creyendo haber salido ileso, mientras que  el otro conductor se acercó unos metros y pude alcanzar escuchar que hablaba por teléfono a grito abierto, molesto ─¡Ven por mí! ¡Tengo que llegar al aeropuerto! ¡Ya se me hizo tarde!

Era increíble escuchar que no le importaba si el otro auto tenia muertos o heridos, el llevaba prisa para llegar al aeropuerto, le costara la vida a quien le costara. Después me entere que era un alto ejecutivo de la UAS.

En menos de cinco minutos estaba llegando la ambulancia de la Cruz Roja tal parecía que ya sabían, llegaron tan rápido  pues no tardaron nada en llegar. Un paramédico se acerco y me preguntó,

-¿Está usted bien?

-No, estoy bien, no estoy herida. 

-¿Se puede mover? – Fue la segunda pregunta.

-Si pero no puedo abrir la puerta. Respondí con tranquilidad. Mientras el otro paramédico reviso mi compañero estuviera bien y luego se dirigió al otro conductor que seguía gritando.

¡Necesito que estés aquí en este momento! ¡Necesito llegar al aeropuerto! -Volvió a gritar. En eso llegó un auto que se estacionó junto a él, se subió y se fue sin que el paramédico lo pudiera revisar.

La ambulancia de la Cruz Roja me llevó a Urgencias del Seguro Social, estuve ahí como una hora, le tomaron placas a mi cuello y me pusieron un collarín en la cervical. Pronto llegó un tránsito y tomó mi declaración. Hizo un minuto de silencio y comentó. 

-la felicito señora, he visto muchos accidentes como el suyo, en la misma forma en como le sucedió a ustedes y tanto el piloto como el copiloto han quedado sin un solo rasguño ni una sola gota de sangre derramada, sin embargo totalmente desconectados, sin vida.

Guardé silencio, no hice comentario alguno. Minutos más tarde me fui a casa, llegué y me acosté a dormir, eran como las cuatro de la tarde.

Desperté a las once de la noche más o menos, fue hasta entonces que recordé los pensamientos y sensaciones de los días anteriores, esos momento en que de alguna manera pedí una prórroga de tiempo, una oportunidad y comprendí que dicha prorroga se me había concedido.

¿Dios? ¿La vida? ¿El destino? No lo sé.

Después de entender que se me había concedido más tiempo de vida lloré, lloré como nunca en mi vida lo había hecho y como nunca en mi vida lo he vuelto hacer, pero aun, cuando llego  cruzo alguna avenida y se me acerca algún auto por mi lateral, miró llegar la sombra y mi alma se estremece.

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