Cápsula para mascar No. 80

Torna Tormento deambula por ignotos páramos arrastrando su capa larga de terciopelo rojo.
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Culiacán, Sinaloa a 5 de enero de 2024.

Rosa María Robles Montijo, es una artista singular entre singulares; su trabajo de esculturas, fotografías y expresiones diversas dan cuenta de ello.

La conocí cuando los cárteles de la droga y los gobernantes eran socios, en una exposición en el Museo de Artes de Sinaloa, MASIN.

Me atrajo una fotografía donde se muestra desnuda y embarazada. Hice el recorrido y di cuenta de su arte sumamente impresionante; al estar ante cada pieza o fotografía intenté explicarme el porqué de tan determinante y violenta exposición:

Un avestruz descuartizado, un feto en un W, cobijas ensangrentadas.

La causa me dije: esto es un grito a una sociedad que permanece fría, inmóvil, ciega y muda ante tanta violencia. Ahora afuera del museo, en la esquina de Jesús G. Andrade y Malecón, está otra obra de Rosa María con signos de olvido, una gran creación en acero que clama un grito, una expresión que nadie atiende.

30 años no han bastado a nuestra artista para desaguar sus ansias de lucha, de protesta; al contrario. Ahora en su faceta de escritora, forjada por su experiencia acumulada, nos entrega una narrativa un tanto novelada: Río Turbulento, DARDOS DE HIELO.

Como resulta natural en su temperamento, en 36 lances o capítulos, de principio a fin sumerge al lector en un estado catatónico hasta el final; es de esas obras que  por momentos te corta la respiración.

Torna Tormento deambula por ignotos páramos arrastrando su capa larga de terciopelo rojo, ribeteada de gris con dibujos inciertos en café claro. Camina con sus pies martirizados, ampollados, con llagas y espolones, sobre caminos pedregosos arrastra con su capa hojas secas y basuras de los basureros que circundan su ciudad: Calvario de los Calvarios.

Los parajes más recurrentes son los panteones, uno en especial porque también sirve a la mafia para cavar zanjas donde entierran cuerpos decapitados, y una increíble sección de mausoleos de exótica belleza, erigidos por órdenes de  quienes muestran el poderío más allá de la muerte.

Torna Tormento, seguida séquito compuesto por un  lobo sarnoso, un gallo, alacranes, tarántulas, serpientes; luce una corona de plumas desprendidas de una parvada de cuervos que revolotean sobre su cabeza; no es posible que tan expectante paisaje pase desapercibido por quienes han de ser sus protagonistas:

Tirano, un truculento enterrador y Esparto un jardinero, permanentes en aquel panteón donde cada quién con sus quehaceres, se dejan arrastrar por el enigma y embrujo de ella.

Torna Tormento también camina por las plazas, mercados y tabernas de la ciudad, en una de estas sostiene diálogos con un cuervo petrificado, que de pronto toma vida y revolotea en el breve espacio entre los parroquianos, sobre todo cuando el ave siente la euforia de ser correspondido de su declarado amor.

Ella también sostiene comunicación constante con La Niña de los Girasoles, espíritu de  su madre que se ha ido pero que no la ha dejado; de cuando en cuando recuerda y dialoga con el señor que fue el amor que conjugó su nacimiento.

Torna Tormento sale por las noches al recorrer las calles de ciudad Calvario, escucha el lejano susurro de los ríos, que hablan de los motivos de tantos cenotafios y cruces que han convertido a la ciudad en cementerio.

Ella razona y sigue adelante; no se olvida de los de su logia, pero no los elogia, más bien por momentos la agobian.

Sus congojas son otras, comenta: “estas palabras que se van encarnando en la hojarasca que cruje bajo mis pies, son resultado de la barbarie desatada en las calles”.

Desesperé un tanto al no tener atisbos de encuentros amatorios.

Cuando sucedió se formó un torbellino del que emanó sabia fulgurante que produjo una  nube exótica que repercutió en los ánimos dispersos en una ciudad caliente; donde sus habitantes lo son más.

Esto provocó el encuentro carnal sobre la tumba de mármol que Torna Tormento, por las noches habitaba.

El amante que eligió; se desempeñó con lujuria extrema, haciendo gala de todos sus recursos, lamió, mordió, besó desde la punta de los pies hasta la nuca de su amada.

No basta decir que sus encuentros eran tórridos, cruentos, sangrantes, demenciales; empujados por deseos desaforados incontrolables; se debatían en macabras sesiones pasionales hasta convertirse, en un lagarto enchaquirado y una salamanquesa.

Aquello produjo  un olor a mar, a pescado, y la tierra de los jardines y parques se llenó de pistilos en forma de penes, provocando  la locura de muchos; tomaron fotos, videos y muestras que llevaron a sus centros de mesa, a sus recámaras y baños.

Es este breve comentario, una tibia muestra del contenido de esta obra escrita con una prosa muy bien cuidada, con tintes poéticos, que han dado por resultado que Rosa María Robles Montijo aterrice en la pista grande del mundo de las letras.  

P.D. No describo el duelo a muerte que se dio casi al final; la verdad es que no quise echarlo a perder… sorry.

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