Cápsula para mascar No. 77

En la primera visita les entregué una veintena de libros: poesía, cuento, narrativa y varias novelas.
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La cultura del arte, es de las mejores inversiones.

Los jueves 30 de noviembre y 14 de este mes, por invitación del maestro Omar Armenta, encargado del CBTA de Villa Juárez y asesor del ISIC, asistí a un encuentro con jóvenes del Centro de Internamiento para Adolescentes del Estado de Sinaloa.

En la primera visita les entregué una veintena de libros: poesía, cuento, narrativa y varias novelas, entres estas Por amor a Feliciana; y después de despedirnos quedamos en regresar para exhibir la película de Feliciana.

En el segundo encuentro me sorprendieron con sus comentarios, en especial un joven que hizo una amplia descripción de la novela, para al final reclamar que la película incluyó, si acaso, una tercera parte del total del contenido de tan interesante historia.

Este resultado me confirma que el acercamiento al arte tiene la virtud de hacernos cambiar. Porque en el resto de los jóvenes también hizo eco el haber  leído. Uno de ellos, emocionado casi hasta las lágrimas, hizo alusión a una narrativa de Los morros del narco, obra de mi inolvidable amigo Javier Valdés Cárdenas. Dijo que le hizo reflexionar sobre su situación, y también sintió pena por aquél desamparado.

Mi encuentro con la literatura fue temprana, desde que era chaperón de mi hermana Leonor. Ella hizo teatro con don Guillermo Ibañez; yo miraba a todos los actores como se desplazaban en el escenario.

Todo me parecía real. Y yo le dije a mi hermana: -Te voy acusar que te vas a casar. Ella se río, pero a la vez me hizo saber que aquello era como un juego. Tendría 6 o 7 años, desde entonces me interesó la narrativa, los cuentos, la novela. 

En la plazuela Rosales, la sinfónica del estado daba conciertos; empecé a sentir especial atracción por el vals y la música vernácula; años después por las sinfonías de Mozart, la ópera y la danza que desde años A, se han promovido en el teatro Pablo de Villavicencio. Las exposiciones de pintura y escultura en el MASIN, La casa de la cultura de la UAS; en ocasiones sentí estremecerme con aquellas expresiones de rostros y paisajes.

En los talleres de literatura aprendí a leer poesía que es la madre de la literatura, entender novelas de Dostoievsky, cuentos de Allan Poe y con el entendimiento de la filosofía podemos reinventarnos para transformar nuestro mundo.

Todo esto, estimo me ha ido formando como persona; entendiendo mejor y de forma más profunda y responsable mi razón de ser. Lo explico así en primera persona porque estimo que es la forma más adecuada; no para presumir, sino más bien para reclamar a quienes tienen la obligación de promover el arte en general, exigir lo hagan con más responsabilidad e intensidad.

Que no lo estimen como un gasto, porque en verdad es una inversión que produce resultados muy favorables para que la sociedad en su conjunto, sea más responsable y amable. Y si de negocio se trata, nomás hay que ver lo que sucede en España, Francia, Portugal, Italia, casi toda Europa y Estados Unidos.

Tengo la esperanza que pronto sucederá lo mismo en México.

El Tren Maya su milenaria cultura y rica naturaleza, Las Islas Marías y el parque Chapultepec son lugares renovados que son destinos turísticos de mucha importancia. Ah, Acapulco nunca se ha ido, en esos niveles están Los Cabos y Cancún. 

Sinaloa también tiene lo suyo con sus pueblos mágicos: El Fuerte de Montes Claros, Mocorito, Cosala, San Ignacio, El Rosario y Mazatlán como ciudad y puerto histórico; pero nos falta mucho para entenderlo más a fondo; por fortuna tenemos gobiernos que avanzan con la 4ta transformación.

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