¿Reencuentro? En el Santuario de Nuestra Señora del Rosario, Guasave

Esos suspiros evocaron expresiones similares que solo había escuchado de mi madrastra -Lupita Higuera-
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Sinaloa Seguridad Alimentaria

Colaboración del Arq. Martín Sandoval Bojórquez para Vida Pública

¡Aaaaaaay!, ¡Aaaaaaay!, ¡Aaaaaaay!, era el lamento que seguía a un balbuceo ininteligible a la distancia, pero que eran oraciones hiladas con un sentimiento y cadencia de jadeos y respiros prolongados; busqué discretamente con la mirada y me percaté que estos gemidos escapaban de un par de señoras que rezaban profundamente dirigiéndose al Santísimo en un verdadero estado de éxtasis y que provocaba un sentimiento encontrado en mí.

Esos suspiros evocaron expresiones similares que solo había escuchado de mi madrastra -Lupita Higuera-, cuando la llevaba al panteón o a misa en fechas especiales y dirigía profundos rezos en un lenguaje ininteligible; casi como un murmullo de profunda devoción.

Era el sábado 19 de noviembre de 2022 y habiendo pasado una incómoda noche que nos hizo madrugar y aunque no faltaron tribulaciones, pronto decidimos ponerle buena cara al día y, sin saber a dónde ir nos dejamos llevar como si nos fuesen guiando llegamos a la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario.

Habíamos llegado a la ciudad de Guasave por la tarde desde un día antes, con la intención de hospedarnos en el hotel donde se encontrara la mayoría de los integrantes de la crónica de Sinaloa.

No quisimos atender las indicaciones que la mesa directiva y el comité organizador del Congreso de Cronistas hicieron a la conveniencia de apartar con tiempo la habitación; total creíamos imposible que Guasave estuviera saturado en sus hoteles y decidimos arriesgarnos.

Nos movía la posibilidad de hospedarnos donde se encontrara la mayoría de los cronistas en la búsqueda de la oportunidad de una tertulia nocturna.

Antes de llegar al evento nos trasladamos a uno que nos sugirieron estaba en buenas condiciones y después de manejarnos con cierta torpeza en el tráfico, al llegar hotel, nos atendieron amablemente y nos dijeron que las habitaciones estaban apartadas, que había muchas bodas y juego de béisbol y no tenían manera de apoyarnos, amablemente nos pidieron el teléfono para que en caso de alguna cancelación nos avisarían.

Llegamos al Centro Cultural Guasave y después de registrarnos en el “Congreso”; Daniel García -cronista de Guasave- nos dijo que ya no había habitaciones disponibles en los hoteles y que en última instancia había un hotel que no era muy bueno, pero que, quizá fuese una alternativa para pasar una noche; nos dio el teléfono y nos quedamos pensando si apartábamos o nos íbamos a dormir a Baburía con nuestros familiares; pero, viajar de noche los poco más de cuarenta kilómetros nos mortificaba, por lo que decidimos llamar y nos dijeron que solo quedaba una habitación, no nos quedó más opción, total nos ilusionaba la posibilidad de pasar una tertulia con los compañeros de la crónica aunque no estuviéramos en el mismo hotel.

Después de terminar la conferencia denominada “Estrella del Norte de Sinaloa”.

La Virgen del Rosario de Guasave, iconografía e iconología a través de los siglos, por parte del cronista de Guasave, nos invitaron al auditorio a escuchar un extraordinario concierto de la Orquesta Sinfónica Juvenil de ISIC que a todos nos dejó un magnifico sabor por la calidad de las voces y sonidos que, viniendo de seres tan pequeños parecían canticos y sonidos celestiales.

La noche en el hotel no fue agradable, apenas ingresamos al cuarto lo vimos sucio y con pavesas de cigarro, pero, total no había más y nos lamentamos que ni siquiera se convocó la añorada tertulia, y en más de una ocasión, desee haberme ido a dormir a mi pueblo, pero eso no amilanó nuestro estado de ánimo.

Nos sorprendió la madrugada en duermevela, pero, dispuestos a encontrar el lado positivo a las circunstancias. Abandonamos el hotel sin rumbo fijo, pero, la conferencia sobre “La Virgen del Rosario…” había despertado el anhelo de ir a visitarla y conocerla o reconocerla.

Como era muy temprano decidimos recorrer la ciudad y nos dirigimos al mercado con la idea de ver si podíamos tomar o comer algo de desayuno, apenas llegamos vimos un puesto que nos pareció agradable y después de preguntar sobre el menú, nos enfilamos a conocer las instalaciones del mismo con la promesa que regresaríamos a desayunar; así fue.

Desayunamos agradablemente y fue el inicio de un día gratificante, no solo fue preparado a nuestro gusto, sino que también a la vista, y acompañado de un rico café con tortillas de maíz y harina hechas en el momento.

Sin saberlo estábamos a pocos metros de “La Virgen del Rosario”, nos enfilamos y hallamos la misa casi a terminar, pero si pudimos recibir la bendición y procedimos a recorrerla, sin quererlo lo hicimos separados y yo me dirigí al altar donde se divisaba la imagen patronal, pero que a la distancia no podía apreciar en detalle, aunque podía percibir la claridad de sus formas y belleza de su rostro, me quedé largo rato admirándola; es una Virgen muy bella; luego me desplacé por el crucero a la izquierda donde una figura de tamaño natural y gran realismo, me hizo detener la mirada y casi la respiración; su miranda tiene una magia sorprendente y la calidad de la escultura parece tener vida, por momentos creía que podía entrar en diálogo con él; es el Señor San José que sostenía en brazos a un niño; nuestro Señor Jesucristo de una proporción y naturalidad impactante.

Debo confesar que me quedé largo rato y por momentos incluso percibí que quería decirme algo o me lo estaba diciendo y no entendía, un sentimiento confuso me arropó, pero no era miedo, era un dialogo sin palabras con la mirada paternal de quien me parecía dar la bienvenida por el regreso; regreso por qué, me preguntaba y evoque en mi mente, que seguramente mis padres me llevaron de niño ya que siendo delicado de salud y algo enfermizo no pocas ocasiones temieron por mi sobrevivencia; como seguramente fue así.

Evoque recuerdos y conversaciones de mis padres de que recién nacido tuve una infección tan grave que los médicos de Sinaloa de Leyva me habían desahuciado, y que fue mi abuela materna quien volvió a llevarme con otro médico y mi padre ofreció ponerme el nombre de Martín al santo que en aquellos años de principios de 1963 era muy socorrido si lograba sanarme; así fue y de ahí mi nombre, pero pronto aparecieron los ataques epilépticos que me acompañaron gran parte de mi niñez y que se me fueron retirando poco a poco; bueno, siguen presentándose algunas reminiscencias, pero hay quien me los controla.

Me quedé pensativo como reconociendo esas miradas e intentando encontrar alguien de mi familia que pudiera confirmar mis sospechas; pero al mismo tiempo entendiendo que prácticamente todos esos seres queridos ya se habían adelantado en el camino; por lo que la certidumbre de haber estado ahí en más de una ocasión la sentí en todo mi ser.

Me sobrepuse a la profundidad de mis pensamientos y consternado avancé al final del crucero donde otra imagen de proporciones similares, mirada simpática y risueña me hizo sentir en confianza; como en casa.

Luego volví sobre mis pasos al buscar conducirme al otro brazo del crucero y no puede menos que ver de nuevo a los ojos de tan angelical padre y como pidiéndole permiso atravesé el crucero y al fondo me encontré otras figuras de la misma escala y de un realismo sorprendente, eran más humanas en sus expresiones, pero no menos impresionantes.

Saludé a mi santo patrón “San Martín de Porres” que en una escala menor se encuentra en una esquina de ese brazo derecho del transepto, justo cuando vi a un par de señoras, una vestida de ordinario y la otra con rosario en mano y cubierta la cabeza con mantellina que emitía suspiros y rezos mientras reposaban cada tanto su mirada en el “Santísimo” que se expone en un espacio que se encuentra a la misma altura del altar, pero en el costado derecho del crucero.

Regresé para dirigirme a lo largo de la nave y, al encontrarme a mi esposa, salimos por la puerta lateral y recorrimos todo el costado de la elevada plataforma sobre la que descansa el templo, que como una imponente acrópolis jerarquiza el espacio sagrado.

Al llegar de nuevo a la puerta principal quiso enseñarme una escultura de la “Virgen del Carmen” que la había impresionado por el realismo de su amorosa mirada, solo entonces le dije que yo me había sentido consternado con la escultura del Señor San José y la invité para mostrárselo.

En el recorrido fuimos apreciando una serie de esculturas, la mayoría de vírgenes de distinta advocación y algunos santos; en todos ellos es de admirar la expresividad de sus rostros y el manejo contenido de sus vestuarios, que a cual más, tienen un realismo impresionante y si a esto le agregamos que son quizá un poco mayor del tamaño natural, parecen acompañarte durante el recorrido con su mirada y su presencia generan una carga espiritual que se derrama y causa un entorno de devoción que hace reconocer estar en un santuario de peregrinaje.

Nos quedamos un rato mirando fijamente a los ojos del Señor San José, todo él denota bondad y ternura y en ese momento una vez más escuché los lamentos ¡Aaaaaaay!, ¡Aaaaaay!, ¡Aaaaaay!, de las señoras que seguían con éxtasis sus oraciones religiosas.

Salimos impresionados por la experiencia religiosa que habíamos tenido, dimos gracias a Dios por darnos la oportunidad de conocer y entender la profundidad del sentimiento que se vive en este Santuario.

Culiacán, Sinaloa a 11 de octubre de 2023.

Martín Sandoval Bojórquez. Cronista de Culiacán

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