CONSIDERACIONES POLÍTICAS DE UN CIUDADANO COMÚN, PERO NO CORRIENTE. PARTE VI.

Estoy seguro de que muchos saben que democracia, significa “autoridad o gobierno del pueblo."
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LA DEMOCRACIA ¿ES UNA FALACIA?

Según nos han hecho creer, la ciudad estado de Atenas, fue la cuna de la democracia. Y hago énfasis en Atenas, porque la mayoría, incluso sesudos historiadores, mencionan a Grecia, por cierto, nombre dado por los romanos, como fundadora de la democracia, cuando en Esparta, o Macedonia, por ejemplo, siguieron teniendo regímenes autocráticos en el llamado, en aquel tiempo, Imperio Helénico.

Estoy seguro de que muchos saben que democracia, significa “autoridad o gobierno del pueblo; pero también estoy seguro de que muchos lo ignoran.

Pero lo cierto es que la mayoría no sabe, o no se ha dado cuenta, de que la democracia, salvo en muy pocos países, jamás se ha aplicado, incluso en países oficialmente declarados democráticos.

Para continuar, permítanme definir el significado de pueblo en este contexto.

La palabra o grafía pueblo, en su primera acepción, significa la totalidad de personas que han nacido en un país y permanecen en él, o sea lo pueblan, aunque tiene otras numerosas interpretaciones, como el de gente común y humilde de un país, o el de pequeña zona geográfica. Por ejemplo: “el pueblo más cercano se encuentra a pocos kilómetros”.

Para los efectos de esta consideración, cada vez que me refiera a pueblo, incluiré a todos los nacionales de un país, sean por nacimiento o naturalizados; mujeres u hombres de derecha o de izquierda, ricos o pobres, o de cualquiera que sea el color de su piel, cabello u ojos, e independientemente de sus preferencias sexuales.

Aclaro esto, porque en Atenas, la cuna de la democracia, como ya expresé al principio, demos, o sea pueblo, en griego, era el sujeto de la soberanía de su sistema político; magnífico.

Pero ¡oh sorpresa! No formaban parte del pueblo las mujeres, los niños, obviamente, los extranjeros y los esclavos.

Sí, en la antigua Atenas democrática, existió la esclavitud. 

O sea, su pretendido régimen democrático era diferente a como se entiende que debe ser, actualmente, un régimen demócrata: un gobierno justo para todos, aunque sea impuesto por la mayoría del pueblo. 

No es de extrañar, entonces que la élite, la clase más alta de Atenas, por ser demos, pudiera dedicarse tranquilamente a las artes, la filosofía y ¿por qué no? a las orgías en donde había plena libertad sexual de género.

Hubo de pasar siglos para que, por primera vez, en una monarquía legalmente establecida, la Inglaterra del siglo XVII, un noble inglés del partido liberal británico (Whig); de nombre Oliver Cromwell, (1599-1658) liderara el levantamiento de la parte más avasallada de su pueblo en una guerra civil que duró de 1642 a 1649 y creara la república denominada Mancomunidad de Inglaterra (en inglés “Commowealth of England”), formada por la misma Inglaterra, Escocia e Irlanda.

Rechazando la corona, fue nombrado Lord Protector de los países arriba nombrados; y de paso logró que le cortaran la cabeza al rey Carlos I de Inglaterra. 

Pero al final ocurrió lo que normalmente ha ocurrido en  las revoluciones armadas, y no obstante que, a su muerte por enfermedad, le sucedió como Lord Protector su hijo Richard; éste fue obligado a dimitir y, aproximadamente un año después, el grupo conservador y realista del parlamento, restauró en el reinado, en 1669, a Carlos II, hijo del rey destituido y ajusticiado por Oliver Cromwell.

Ciento veinte años después, el 14 de julio de 1789, se inicia con la Toma de la Bastilla la Revolución Francesa, un movimiento político, social, e ideológico que se desarrolló en Francia hasta el 2 de diciembre de 1804, con la coronación de Napoleón Bonaparte como emperador de los franceses.

O sea, como se dice vulgarmente, “otra vez la burra al trigo”:

Desapareció la democracia, y la nobleza, por cierto, sin pagar impuestos, volvió a vivir a costillas de la porción más desvalida del pueblo.

Aproximadamente un cuarto de siglo antes, había dado inicio en Inglaterra la llamada Revolución Industrial, surgida, principalmente, por la invención de la máquina de vapor por James Watt, aunque en honor a la verdad, la idea de aprovechar el vapor como energía motriz, se remonta al siglo I D.C por Herón de Alejandría.

Sin embargo, la inventada por Watt, es, en realidad, un motor de combustión externa que se puedo adaptar para “mover” máquinas tan diversas como locomotoras, generadoras de electricidad, agrícolas y textiles, entre otras. 

Y aunque en la actualidad ya está prácticamente en desuso, a Watt hay que darle el merecimiento de la invención que revolucionaría al mundo y abriría el camino al actual desarrollo tecnológico.

Lo malo, de esto tan bueno, fue que la máquina de vapor, si bien dio lugar a una mayor eficacia de las comunicaciones, la agricultura y la industria en general, así como el florecimiento de grandes centros urbanos; también dio impulsó a la burguesía; o sea la clase acomodada que no pertenecía a la nobleza y que, cuando logró por su dinero coligarse con los monarcas, inclusive, prácticamente se fue convirtiendo en una oligarquía; es decir, llegando a tener  autoridad incluso sobre soberanos tan poderosos, como los de Inglaterra; pues, según algunos historiadores, la derrota total de Napoleón, en la batalla de Waterloo, se debió al financiamiento que la rama inglesa de la dinastía Rothshchild, proporcionó, al reinado de Jorge III, del Reino Unido.

Obvio, como la nobleza no podía convivir con burgueses, por mucho dinero que tuvieran; el mismo Jorge III eliminó tal diferencia de clases, concediendo títulos de nobleza a los Rothshchild y otros burgueses ingleses.

Ah “¡Surprise! Tampoco pagaban impuestos.

Los Rothshchild fueron, para decirlo coloquialmente, grandes agiotistas en casi todos los países de Europa, aunque oficialmente se les reconoce como banqueros, algo así como el actual Ricardo Salinas Pliego, y pese a la estatización que sufrió el banco de la rama francesa, en el régimen de François Mitterrand, presidente de la República Francesa, desde 1981 hasta 1995; lograron recuperarse, y, actualmente, la nombrada Casa Rothshchild extiende su influencia financiera en más de cuarenta países.

La clase burguesa: industriales y comerciantes de toda Europa; fue creciendo en número y en riqueza, gracias a la explotación inhumana de sus trabajadores, que huían de los campos agrícolas atraídos por el espejismo de vivir en las grandes ciudades, las cuales, gracias a la industrialización, florecían principalmente en Inglaterra.

Este movimiento dio lugar a que la oferta de mano de obra fuera tan excesiva, que los emigrantes se vieron obligados a trabajar, incluso niñas y niños, hasta dieciséis horas diarias por salarios que apenas les alcanzaba para no morir de hambre…

…Y dio lugar a que surgieran un Marx y un Engels, quienes, por su Manifiesto Comunista, provocaron innumerables protestas de los obreros en casi toda Europa, reprimidas, por lo general, violenta y cruentamente.

Por lo que respecta a Marx, es mi opinión muy particular, pues no he tenido oportunidad de corroborarlo; a él se debe que, con su obra periodística, económica y filosófica, titulada en alemán Das Kapital, El capital, en español; dio lugar a que el término oligarquía cambiara de nombre al de capitalismo. 

Por cierto, tanto Marx como Engels daban por sentado que la revolución proletaria se daría inicialmente en Inglaterra, por su alto grado de industrialización.

Sin embargo, incluyendo la campesina, la llamada Revolución Social Soviética, se dio, como los viejos sabemos, en la Rusia todavía feudal. Pero casi todos, quizá hasta muchos jóvenes, sabemos cómo ha terminado.

Todo este preludio histórico, tan resumido, ha sido para llegar al punto principal:

Corresponde a México el honor de haber realizado la primera revolución social del siglo XX, a la vez de haber proclamado la primera constitución política que encierra los más caros derechos de libertad religiosa, de agrupación, de manifestación y comunicación de ideas, así como de autonomía individual hasta no violar los derechos civiles y humanos de los demás; siete años antes de que se promulgara la de la Unión Soviética, inclusive. 

Por tales hechos, a partir del sexenio del Gral. Lázaro Cárdenas, en México se aplica, constitucionalmente, la democracia representativa, la cual garantiza que los funcionarios en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, de todos los niveles de gobierno, desde el Ejecutivo hasta el más humilde presidente municipal, pasando por los gobernadores, representan a todos los mexicanos cuando necesitan defenderse de la violación de sus derechos civiles y humanos, obviamente, a través de los diversos medios jurídicos que nuestra misma Constitución establece:

Independientemente de que sean ricos o pobres y de cualquier clase social.

Desgraciadamente, en los subsecuentes sexenios al de Cárdenas, esta situación se fue degradando hasta llegar al colmo, durante el largo período neoliberal, en que los tres poderes se pusieron a las órdenes de la parte minoritaria del pueblo, que la compone, precisamente, la oligarquía del país.

Todo lo contrario, “a la autoridad del pueblo definida por la mayoría en una elección popular”.

Bueno, en honor a la realidad, nos hacían creer que ganaban por mayoría, en gran parte, debido al abstencionismo a la hora de votar. Pero esto lo justificaban, como dijo en una ocasión, no recuerdo si Vicente Lombardo Toledano, o Fidel Velázquez: “El que calla otorga”. 

Por primera vez, en el 2000, el pueblo, en gran número, inclusive el suscrito, votó por Vicente Fox, más que nada, por el anhelo de cambio.

Pero Fox, acostumbrado a ser un lacayo de una compañía embotelladora, hegemónica a nivel mundial, no sabiendo que hacer al obtener la presidencia de la república, como él mismo ha reconocido públicamente; pues hizo lo que acostumbraba hacer, obedecer lacayunamente las órdenes de gran parte de la oligarquía mexicana. Una dolorosa lección para todos los mexicanos, y que confirma la frase marxista de que “el medio crea conciencia”. Fox, para nuesrtra desgracia, no fue la excepción de la regla.

Pero en el intervalo foxiano, tuve oportunidad de leer, de AMLO, Un proyecto alternativo de nación: hacia un cambio verdadero, (Grijalbo 1904), y, francamente, me pareció utópico.

Pero ¿qué se podría perder? Ya no podíamos estar más mal de lo que ya estábamos.

Así que, y perdón por ponerme de ejemplo, en el 2006 voté por el PRD, y en el 2012, ya por MORENA; en ambos casos por constatar si López Obrador sería capaz de hacer realidad su proyecto de nación, pero en los resultados de ambos comicios, como todos sabemos, el fraude electoral volvió a imponerse.

Y me equivoqué. La situación del país empeoró más de lo que ya estaba en 2006.

Por fin, una mayoría a prueba de fraude, en los comicios de 2018, decidió jugar su futuro por la propuesta Lópezobradorista.

 Y no nos equivocamos.

AMLO, su gabinete y la parte del Congreso de la Unión, senadores y diputados, que también ganó MORENA, han hecho realidad, sin faltar las vergonzosas traiciones, lo que se consigna en el artículo 35 de nuestra Constitución, y en el 9, que garantiza el que podamos ejercer los derechos que se consignan en nuestra Carta Magna.

(Por cierto, sería muy conveniente que todos los mexicanos leyéramos, por lo menos, los artículos mencionados, los cuales, como todos los demás de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, siempre han existido desde 1917, pero que, hasta 2018, prácticamente fueron letra muerta).

DIcho en pocas palabras, por primera vez en el México de los últimos tiempos, existe la verdadera democracia representativa.

Y este hecho es tan importante, o quizá más que las obras magnas, que en lo que va del sexenio se han realizado, en tiempo récord, en beneficio de todos los mexicanos.

Sí, señores, en beneficio incluso de los que calumnian y denuestan a AMLO.

Sin embargo, nuestro actual Presidente pretende ir más allá.

Anhela implantar en nuestro país la democracia participativa.

Y para esto no basta que MORENA gane, en las elecciones de 2024, la mayoría absoluta tanto en lo que se refiere a la Presidencia, como en el Poder Legislativo.

Pero, si se implanta la democracia participativa, se hace necesario que todos los mexicanos, que ahora nos sentimos orgullosos de serlo; no solo estemos pendientes de los actos y decisiones de los funcionarios públicos, sino que nos anticipemos a ellos, aunque no estemos afiliados, como un servidor, a partido político alguno.

Que conozcamos, no solo los nombres, sino también la trayectoria y proyectos de los que resulten ganadores en 2024.

Por cierto, actualmente ¿conoce usted quién es el diputado de su distrito, o el senador o senadores de su entidad?

Hacerles llegar por todos los medios, tanto electrónicos, como por cartas dirigidas a Palacio Nacional, o las sedes de los otros dos poderes; así como a las de los gobiernos locales y municipales, nuestras repetuosas órdenes, al fin que somos sus patrones, pues nosotros les pagamos sus haberes, que hagan lo necesario por corregir lo que de malo pueda existir en nuestra comunidad, o a nivel nacional.

Ejercer la denuncia cuantas veces sea necesario. Pero también exigir la reforma del Poder Judicial, así como el sistema de fiscalías; pues de cierto es que, como dicen los abogados, en la cárcel solo estén los pobres y los pendejos. 

Exigir que se implante el referendo y plebiscito, para votar por aquellos que merezcan ser destituidos, o para que eroguen o deroguen leyes constitucionales y secundarias que beneficien o perjudiquen al pueblo, respectivamente. 

Y, ¿por qué no? Como buenos patrones felicitarlos por sus aciertos.

Reconozco que mencionar estas tareas y otras necesarias, como tan solo la de estar bien informado de la cosa política, se dice fácil, pero en la práctica es complicado; sobre todo para los que, como un servidor, tenemos que trabajar para obtener el dinero necesario para subsistir y poco tiempo nos queda para el descanso y esparcimiento.

Pero es necesario para evitar lo que sucedió después del régimen de Lázaro Cárdenas. El que, no está por demás insistir en señalarlo, a partir del sexenio del presidente Ávila Camacho, poco a poco se fue infiltrando el conservadurismo, hasta llegar al colmo en las cuatro décadas del neoliberalismo.

De lo contrario, no nos quejemos de que, si vuelve el antiguo régimen, más temprano que tarde nos convirtamos en una estrella más de la bandera de los Estados Unidos, si es que bien nos va, o, peor, nos convirtamos en un estado asociado, como lo es Puerto Rico.

Que de suceder lo primero, los hijos de nuestros descendientes tendrán que ir a morir, o, si sobreviven, convertirse en drogadictos, en las guerras que ese país promueve, prácticamente, desde su fundación.

O si es lo segundo, las clases marginadas sabrán entonces lo que es miseria; cosa que casi todos los que viajan a esa hermosa isla no saben, porque nunca visitan sus barrios pobres.

Y si no me creen, repito lo que ya expuse en un artículo anterior de esta serie:

Busquen en Internet y lean lo que Felipe Calderón Hinojosa expuso en su: México 2030, Proyecto de Gran Visión”. (Sic).

Proyecto México 2030: la venta de un país

Pero, obviamente, todos tenemos el derecho y la libertad, garantizada por la Constitución, de hacer todo lo posible porque se cumplan nuestros anhelos, así sean los más dañinos para las clases sin oportunidades.

Fin de Consideraciones de un ciudadano común, pero no corriente.

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