Consideraciones políticas de un ciudadano común, pero no corriente

El problema que sopesa México del Poder Judicial y la prensa manipuladora, ni es nuevo ni es exclusivo de nuestro país.
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Parte V

“… toda la formalidad judicial es una trampa de la burguesía, planeada para disuadir al pueblo de la venganza.” Michel Foucault, (octubre de 1926-junio de 1984); filósofo, sociólogo, psicólogo, profesor del College de Frances y escritor. Entre sus múltiples obras destaca: Yo, Pierre Rivière, Habiendo matado a mi madre, mi hermana y mi hermano… 

 “Lo que se publica en la prensa inglesa es, casi todo, una serie de mentiras atroces; no puedo decir más a causa de la censura.” George Orwell, (junio de 1903-enero de 1950)); autor de 1984 Rebelión en la granja; sobre su participación activa en la Guerra Civil Española.

Como se puede deducir por las dos citas de arriba, el problema que sopesa México del Poder Judicial y la prensa manipuladora, ni es nuevo ni es exclusivo de nuestro país.

Dicha situación ha dependido, a través de los siglos, del individuo que ejerza el poder supremo de un país, y, con mayor razón, de un imperio.

Por lo general implica una dictadura totalitarista, sea en un régimen monárquico, (Luis XIV: “El Estado soy yo”), o república democrática simulada: La desaparecida URSS y los países satélites de la Europa Oriental, por citar, quizá, los ejemplos más conocidos.

Asimismo, en todos los países en donde se dieron y se siguen dando estos hechos, son sintomáticas dos condiciones:

A dichos regímenes los sostienen élites políticas coludidas con la oligarquía. 

La prensa escrita, después radiofónica, televisiva, y ahora, hasta ciertas redes sociales derechistas, a cambio del soborno o chayote, se atreven a publicar las más viles calumnias con tal de apoyarlos.  

Empero, y lo comprueban los hechos históricos, tarde o temprano la voluntad del pueblo, o sea la mayoría pobre se rebela, y al final se impone.

Este proceso, hasta hace poco siempre se dio mediante la violencia y la pérdida innumerable de vidas y bienes, o sea las llamadas revoluciones sociales.

Sin embargo, con el tiempo, dichas revoluciones han sido como darle vuelta a la tortilla. 

A la larga se forma una nueva élite surgida por los de abajo, y la mayoría del pueblo sigue viviendo de migajas, quizá un poco más grandes y numerosas que las que podían recibir del régimen derrocado en cuestión, pero, al fin y al cabo, migajas en comparación con los que disfrutan los coludidos en el poder. 

Y creánme, esa situación persiste, mientras el pueblo se resigne a soportarla.

A veces, muy pocas, ocurre lo contrario, como cuando surgen por el voto popular un Jacobo Árbenz, de Guatemala, en 1951, y un Salvador Allende, de Chile, en 1970. 

Ambos, en el poco tiempo que estuvieron en el poder, tres años cada uno, se esforzaron porque sus países progresaran, comenzando por combatir la corrupción para reducir la desigualdad económica de sus pueblos. 

Mas como era costumbre en prácticamente los dos primeros tercios del siglo XX, Estados Unidos ejercía una influencia velada, como en el caso de México, y definitivamente abierta en los demás países iberoamericanos, con excepción de Cuba a partir de 1959.

Por esta sinrazón, no tardaron en apoyar la reacción de los conservadores de ambos países, y con la abierta intervención y apoyo de la CIA, los derrocaron violentamente para imponer un régimen “democrático” en Guatemala, en 1954, y una descarada dictadura militar en Chile, que duró diecisiete años.

Y yo me pregunto, si los conservadores derechistas presumen de ser demócratas, ¿por qué cuando la mayoría del pueblo elige un gobierno popular honesto y que combate la corrupción, no esperan pacíficamente a que termine su término constitucional para cambiarlo por medio del voto, sino que de inmediato comienzan a elucubrar cómo derrocarlo por un golpe de Estado? 

La respuesta es simple: 

Porque están conscientes de que, precisamente por ser una minoría, jamás podrían alcanzar el triunfo en comicios legales, si el pueblo abandona su apatía política y sale multitudinariamente a votar las veces que sean necesarias para defender sus derechos.

En México, gracias al genio y honestidad de AMLO, hemos avanzado muchísimo. 

Al atribuirle genio, me refiero a la manera en que ha logrado convencer a la mayoría de políticos y oligarcas estadounidenses, y del resto del mundo, de que sus intenciones para nada son “comunistas”.

Por el contrario, las hasta hace poco increíbles obras de infraestructura económica que ya están concluidas, o en proceso de terminarse a más tardar el próximo año, tienden a consolidar en México un capitalismo justo e incluyente, siempre y cuando los inversionistas mexicanos y extranjeros se avengan a respetar las leyes mexicanas que resguardan la justicia social, así como nuestra independencia y autonomía.

En cuanto a honestidad, AMLO le ha estado demostrando al mundo lo que un gobierno puede hacer en materia de infraestructura y combate a la miseria tanto económica como cultural, si los dineros del pueblo se manejan inteligente y honestamente.

Por supuesto, sería necio no reconocer que todavía existen delincuentes, no se les puede llamar de otra forma, que todavía se atreven a robar el dinero del pueblo.

También sería absurdo no admitir que el crimen organizado, como la mitológica Hidra de Lerna, sus cabezas se multiplican cada vez que le cortan una; y la única forma de matarlo es mediante la inanición. 

Es decir que, ofreciéndoles a los jóvenes de hecho, no de promesa, alternativas para que puedan prosperar económica y culturalmente, se evite que se unan a esas organizaciones para convertirse en carne de cañón, y más temprano que tarde mueran o caigan a la cárcel.

Y, más que obvio, la imperiosa necesidad de que el Poder Judicial, con las inevitables y honrosas excepciones, deje de ser cómplice de los criminales de abultadas billeteras.

Cierto, el pueblo mexicano, incluyendo a todas las clases, se ha politizado.

Pero el que se haya politizado no implica necesariamente que conozca sus derechos y, sobre todo, que sepa cómo aplicarlos.

Pero este tema, por su importancia, merece ser tratado de manera muy especial.

Cosa que con mucho gusto haré en mi próximo artículo.

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