Consideraciones políticas de un ciudadano común, pero no corriente.

Y no vayan a pensar que dudo de la fidelidad, seguimiento y esfuerzo que la señora Sheinbaum pondrá de su parte para consolidar la Cuarta Transformación.
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Por supuesto, lo que aquí trataré de explicar es conocido, profunda o someramente, por la mayoría de mexicanos nacidos a partir de la década de los cuarenta del siglo pasado.

Pero quiero escribirlo para los jóvenes que tuvieron la suerte de no vivir esas épocas tan aciagas de nuestra historia, y para los desmemoriados que, aparentemente, tanto abundan en nuestro pueblo. 

Nuestra Nación, es decir, todos los que hemos nacido en esta bendita tierra, bajo sus leyes; hemos venido sufriendo un verdadero y gigantesco parto, valga el símil o comparación, desde el 1 de diciembre de 2018. 

Este parto, múltiple, por cierto; ha significado inmenso placer para la mayoría; pero, comprensiblemente, para la minoría ha representado un dolor tan intenso como el que pueda sufrir una verdadera parturienta; y como ocurre con muchas de ellas, el dolor le ha producido, a esa facción minoritaria, sentir un intenso odio al causante de su sufrimiento.

Y por lo mismo, nos enfrentamos al riesgo de que la sucesora del Lic. Andrés Manuel López Obrador (AMLO); la política, académica, escritora y científica, Claudia Sheinbaum Pardo, se vea obligada a permitir de nuevo la intervención, en la política socio económica de nuestro país, a políticos y oligarcas corrompidos; tal como ocurrió cuando el Srio. de Defensa en el régimen de Lázaro Cárdenas del Río, el también general Manuel Ávila Camacho, sucedió en la Presidencia de la República a su ex comandante supremo. 

Y no vayan a pensar que dudo de la fidelidad, seguimiento y esfuerzo que la señora Sheinbaum pondrá de su parte para consolidar la Cuarta Transformación. 

En horabuena que el pueblo haya decidido poner sobre sus hombros tal responsabilidad a la seguidora de AMLO por décadas, y que, además, nunca ha pertenecido al PRI, pero la fuerza de la oligopolítica, de la cual forma parte el actual Poder Judicial, sigue siendo muy poderosa. 

Y no hay que olvidar que la llamada lawfare, el procedimiento político que utiliza a su vez procesos legales para inmovilizar políticamente, destituir e incluso meter a la cárcel, de manera injusta, a quienes ocupan cargos públicos, como ya ha sucedido en varios países de América del Sur, está vigente. 

De ocurrir esto, nuestro país ya no tendrá remedio, y lo más seguro es que nos convirtamos en la estrella número cincuenta y uno de la bandera de los Estados Unidos de Norte América.

¿Exagero?

Al que guste comprobar esta posibilidad, le remito a que busque en Internet el artículo “México 2030: la venta de un país”, publicado en Contra Línea, el 6 de septiembre de los corrientes, por Nancy Flores; que informa del plan privatizador de Felipe Calderón Hinojosa, con el título “México 2030, proyecto de gran visión”, publicado por el mismo sujeto el 1 de diciembre de 2006, poco antes de asumir la presidencia.

No de balde, el mismo individuo, cuando fue diputado de 1991 a 1994, propuso la iniciativa de cambiar el nombre de Estados Unidos Mexicanos, por el de México, simplemente. 

Claro, de esa manera hubiera sido más fácil nombrar como estado de México, a la nueva entidad estadounidense. Y esto, si no nos tocaba la “suerte” de que nos anexaran como estado asociado. 

Entonces, para los mexicanos que no anhelamos pertenecer al país gabacho, la única solución es, precisamente, la que Andrés Manuel López Obrador nos ha dado. 

Pero de esto, amables lectores, hablaré en mi próximo artículo.

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