¡AFUERA!

Claro está: decir que las empresas son las que "mueven a México económicamente" es un paradigma neoliberal.
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Existen muchos mitos alrededor de la figura del empresario. Para empezar, en México se le ve como una figura intocable y dadivosa, a quien hay que agradecer.

Usualmente en nuestro país cuando se habla de bienestar económico en lo primero que se piensa es en el sector privado y cómo este, según sus promotores, es el ente que mueve a México en ese sentido, priorizándolo antes que el sector público, a quien, curiosamente, se denosta tachándolo de poco funcional, incompetente y hasta, por increíble que parezca, innecesario.

Claro está: decir que las empresas son las que “mueven a México económicamente” es un paradigma neoliberal que abona a la sacralidad de la libre empresa la cual muy dadivosamente ayuda a los pobres mexicanos a salir de su situación desventajosa, en una imaginaria movilidad social ascendente.

Se ha dicho antes: la principal función del empresario no es la de un altruista: no se dedica a dar empleo, sin embargo, eso es lo que estereotipicamente se cree, o por lo menos es una visión muy arraigada dentro de la clase media-alta mexicana.

Si se pusieran las prioridades ideológicas del empresariado mexicano en una pirámide: hasta arriba estaría la acumulación de capital, luego la desregulación de las empresas y hasta abajo el crecimiento de sus empleados. “Empresa grande, gobierno chico” es un lema al que varios empresarios pertenecientes a la oligarquía mexicana se adherían sin pensarlo un segundo.

De nuevo: en México suelen pensar que el estado es el culpable de todos nuestros problemas, no es así. Procuran desdeñar el daño que los oligopolios, duopolios y monopolios han causado en las raíces de la sociedad mexicana. Estos tres agentes económicos, irónicamente, pues son fruto de la filosofía de libre empresa, destruyen a los demás competidores pues acaparan diversos sectores por medio de su poder de mercado.

Esta es una visión dogmática que roza con el libertarismo que tanto propugna el candidato presidencial argentino de la Libertad Avanza, Javier Milei.

Tal vez sea una maximización de los hechos, sin embargo, dentro de cierto perfil mexicano, el estado es altamente desechable y si pudieran, desaparecerían algunos organismos que no conjugaran con su visión del mundo, como tiene planeado el candidato argentino (¡AFUERA!)

Minimizar el rol del estado es un anhelo que no solo quieren en el sur del continente.

En nuestro país, influencers de la política como el tuitero Christian Camacho, el actor Eduardo Verástegui, la diputada por el PAN, América Rangel o el dueño de TV Azteca, Ricardo Salinas, son figuras que si por ellos fuera, convertirían a México en una sucursal más de lo que hicieron los Chicago Boys en el Chile de Pinochet.

Si bien dentro del panorama político actual nacional no hay una figura libertaria en sí, el germen de Javier Milei puede contagiarse en otros rumbos del continente si el candidato logra llegar a la Casa Rosada.

Portada de la página oficial de América Rangel:

En México, la relación empleado-empleador es una que rebosa desigualdad. Empresas que, por medio de sus dirigentes, sorpresa, los empresarios, no inscriben a sus trabajadores al Seguro Social para evitar pagar lo correspondiente. Empresas que evaden flagrantemente sus responsabilidades sociales y fiscales, en detrimento del futuro de su propio personal. México es uno de los países de la OCDE con porcentajes más bajos de recaudación de impuestos.

A final de cuentas, el libertarismo sigue siendo una utopía, como bien señala Pablo Majluf en su columna de la Revista Etcétera. No hay países que hayan instaurado un sistema libertario ni siquiera en su forma más moderada, pues incluso en países que se suelen inscribir dentro de lo que llamamos “Primer Mundo” y tienen los indices de libertad individual más altos de todo el orbe, esos mismos países cuentan con estados fuertes que garantizan o promueven dicho aspecto tan importante dentro de la filosofía libertaria.

Que Javier Milei sirva como ejemplo en México de lo que puede suceder cuando una sociedad está al borde del hartazgo y la desesperanza.

Ese es usualmente el germen del fascismo: aprovechar las crisis económicas y sociales para alimentar a la gente de falsas esperanzas. Recetar soluciones sencillas a problemáticas complejas. Que el ejemplo argentino nos sirva para evitar caer en profetas anarcocapitalistas de la ultraderecha en nuestro propio terruño.

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