Los gastos secretos del presidente
UNA RAZÓN PARA NO VOLVER AL PASADO
La Partida Secreta viene desde de los tiempos del Gral. Porfirio Díaz: pues todos los secretarios de estado, por acuerdo del presidente de la república; tenían derecho a ejercer una partida de dinero en secreto y lo hacían; por supuesto que esa medida, era estratégica y obedecía a esos motivos inconfesables de que se valen los gobiernos para mantener al pueblo sometido por las buenas o por las malas: era también una prebenda, un privilegio.
En la mejor de sus acepciones era una manifestación de confianza, que se le otorga a una persona honesta, que se le considera incapaz de robar. Pero uno de los refranes populares dice que: “en arca abierta, hasta él justo peca” y los secretarios de Don Porfirio, ante aquella tentación: ¡santos tendrían que ser para no robar!
Fue hasta los tiempos del presidente Venustiano Carranza; quien escandalizado por el desgarriate de aquella robadera; decidido a poner orden: propuso una legislación al respecto y emitió un acuerdo que establecía que:
<<La partida secreta la ejerceran los secretarios con la firma del presidente de la república>>
Y fue así, como aquella vergonzosa costumbre del poder, llamada Partida Secreta: terminó ejerciéndola única y exclusivamente el presidente de la república, sin que lo supieran los secretarios…
Desde entonces, ésta y muchas otras costumbres del poder, se siguieron practicando en secreto durante décadas. Se reformó la Constitución y en todo cuanto fue necesario, se actualizó el marco legal, y la P.S. siguió siendo un secreto.
La partida secreta, ‘nunca fue la gran cosa, si no la peor cosa’. ¿Y qué es la partida secreta? Bueno pues, sin meternos al terreno de los números que son escandalosamente ofensivos, y a veces distraen la atención del propósito principal; la partida secreta no fue otra cosa que un botín.
Resulta que, en el presupuesto de egresos de la federación, se fue creando un renglón de gastos contingentes y que no requerían justificación alguna… si, ¡contingentes! porque de alguna forma hay que llamarlos. Y de la generalidad de este razonamiento; se puede fácilmente desprender, que la deshonestidad; que la corrupción; que la manga ancha y que la discrecionalidad en el gasto; o como quiera que se le llame al robo del erario: ¡es una contingencia! Bueno pues entonces; si ‘los síntomas, inducen a deducir’ yo deduzco: dicho simple y llanamente; ¡que el presidente en turno era un ladrón!
Pero el que gobierna es el que manda, y si sus gastos que no estaban sujetos a la autorización de nadie, mucho menos eran objeto de revisión alguna: ¡válgame Dios! ¡Cómo iban a estarlo, si eran secretos!
Y ahora, como si nada hubiera pasado, cómo si la República hubiera sido de los prianistas: sus cachorros se sienten despojados de su herencia, y como ya han aguantado mucho ese despojo: pues la reclaman.
Si la reclaman con vehemencia y gran pasión, y en el límite de la impaciencia, han salido en bandada a recorrerla; a buscar al pueblo para reclamarle su ingratitud: para preguntarle porqué los desprecia, si ellos solamente son los prianistas cachorros de aquellas generaciones de saqueadores; de aquellas hordas del capitalismo salvaje que nos diezmó por décadas; y que sin pizca de nacionalismo nos hundió en la inferioridad internacional; aquellos que nos vendieron, con la comunidad de los fondos internacionales, pidiendo prestamos que nunca recibimos, prestamos que no resolvieron nuestros problemas, sino los de ellos; aquellos que amasaron incalculables fortunas y se las heredaron junto con el cuerno de la abundancia.
Por eso ahora ellos, los cachorros prianistas, que son tan ladinos y tan taimados, vienen fingiendo inocencia. Se me figuran a un parricida en el banquillo de los acusados; pidiendo clemencia: “Señor Juez, tenga piedad de este pobre huérfano”
Y esos cachorros prianistas, son los que ahora melifluos y modositos, de muy buena ondita; vienen a pedir que se les regrese La Patria porque sin ella no pueden vivir, mejor dicho… no pueden robar… y cómo dijo Don Teofilito, ¡ni podrán!
Porque el pueblo hace mucho que se cansó: se rebeló democráticamente el 1988, y ellos, los prianistas; maniataron a Cuauhtémoc Cárdenas, matando con saña a muchos activistas, con toda la impunidad que da la fuerza del estado. Pero el pueblo se volvió a rebelar el 2000 y ellos los prianistashicieron un traidor del triunfador, que fue Vicente Fox: convirtiéndolo en una caricatura y nos arremedaron con ella.
‘Juan Pueblo’, escarmentado y agraviado otra vez volvió a las urnas el 2006, y en buena lid repitió su triunfo; ¿y qué pasó? Que ellos los prianistas, ¡como si se tratara del cuento de nunca acabar! Volvieron a robarse los votos…
¡Ha! pero cómo el pueblo es terco, y de plano ya no los quiere: regresó a las urnas por sus fueros el 2018, y les dio con todo, superándolos en todos los terrenos, y en una rebelión pacífica y democrática: llevó cabo un plan “C” en una heroica Revolución de las Conciencias que no tiene precedentes en nuestra historia; y no fue solamente para elegir a Andrés Manuel como presidente, ¡no! se rebeló para derrocar al viejo régimen corrupto y lo aplastó con muchos votos y con muchos cojones y muy pronto lo enterrará con más votos… y más cojones…