Lectura para un momento, 2da parte 

Una tarde, al regresar a su casa, ubicada en pleno centro del viejo Culiacán, se encontró con un mensaje que solicitaba sus servicios.
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Sinaloa Seguridad Alimentaria

Una tarde, al regresar a su casa, ubicada en pleno centro del viejo Culiacán, se encontró con un mensaje que solicitaba sus servicios de mil usos en forma apremiante: “Señor Don Pepo, soy La señora Quiñonez, amiga de la licenciada Lupita, ella me lo recomendó como persona muy seria, capaz, y muy formal y muy. Y yo tengo un problema muy grave, se lo he contado a ella, y ella dice que es usted la persona que puede ayudarme.

Lo espero en mi domicilio, venga pronto, aquí personalmente se lo explicaré”. Al leerlo, hizo una mueca de disgusto; debido a que: era verano y la temporada de aguas estaba en su momento más intenso, los problemas de mantenimiento de azoteas y de aire acondicionados, estaban por todo lo alto; manos hacían falta para atender todas las llamadas de auxilio.  

En ésta región tropical tan lluviosa y caliente: hasta hoy, todavía no está claro él porqué las personas, que tienen goteras en su casa o descompuesto el mini Split; se esperan hasta que el calor o las goteras no lo dejan dormir por las noches, y amanecer todos jodidos, malhumorados y regañados por la mujer, para buscar a un pobre “mil usos” o a un acomedido “sabelotodo”.

Será tal vez porque los obreros calificados son muy careros y sangrones? o porque no están “disponibles”?, para acudir a un llamado de urgencia a corregir, los viejos problemas del mantenimiento más comunes, como son las molestas goteras y los capacitores quemados del air-condition …tal vez se deba a que piensan; que ya tratándose  de chambones, de obreros calificados, o de albañiles; tarde o temprano se tendrán que ir a achicharrar al infierno, por hacerla de lebrones y de alebrestados… 

Don Pepo detuvo sus reflexiones y haciendo un hjuum, dijo; vamos a ver si mañana o pasado puedo ir a ver a esta señora Quiñones. Pero no acaba de leer el mensaje, ni de ordenar sus pensamientos para sentarse a la mesa; cuando se escuchó el insistente ring ring del timbre telefónico;

Provocando en él un mohín de disgusto y sacándole un: huta madre!, ¿y ahora quien será? Su mujer y él se miraron, y ella encogiéndose de hombros se alejó del aparato telefónico; Don Pepo, hizo una breve rabieta y levantando el auricular contesto con voz gutural y fingida: ¡Bueno! Del otro lado de la línea, una voz de mujer sonó educada y meliflua al preguntar:

– Buenas tardes, ¿sería tan amable de comunicarme con Don Pepo?  -A sus órdenes, él habla: ¿Si señora dígame usted, en que la puedo servir? ¡¡Inquirió Don Pepo sin llegar a ser cordial, – Ay señor!! La mujer sonó angustiada; ¡Ayúdeme usted! tengo un problema, un verdadero problema y no tengo a quien acudir, me dijo Lupita que usted me ayudaría!… Don Pepo, bajando la guardia contestó resignado:

-Si señora, podría usted esperar a que tome mis alimentos antes de ir a su domicilio? –Sí señor, claro que sí, coma usted y venga cuando se sienta ya descansado; ahí en el mensaje está mi dirección, es aquí muy cerca. Lo espero… 

Don Pepo se sentó por fin a la mesa, y volvió a quejarse: chin,&%$# ya se me enfrió la comida y tomando el plato se dirigió a micro y lo abrió refunfuñando; lo cerró, lo programó y en el “display” empezó la cuenta regresiva de 120 segundos, que él mismo interrumpió con el botón de “reset” porque le pareció interminable. Recuperó el plato, volvió a la mesa, se sentó y comió con las tortillas tibias; al término de la ingesta:

Volvió a refri y extrajo una piernuda bien fría y se encaminó a la mecedora de mimbre, que como siempre lo espera en el fresco y bien iluminado patiecito interior; se sentó y exhaló pensando: al ratito voy a ver que chingaos se le ofrece a ésta doñitalas mujeres se ahogan en un vaso de agua… agotó la piernuda, frotó el retornable y lo dejó caer suavemente al piso; se fue aletargando, relajado, aflojó el cuerpo contra el respaldo de mimbre, y perdió totalmente la noción del tiempo…  

Mientras tanto, la señora Quiñones; se paseaba inquieta, yendo y viniendo por el zaguán de su casa, con los brazos cruzados sobre el pecho y tamborileando los dedos en sus costillas, apretaba y movía los labios, negando con la cabeza; esperando a Don Pepo: que en esos precisos momentos roncaba a pierna suelta, imitando el freno de motor de los camiones kenworth…

El persistente ring ring del teléfono lo volvió a la realidad, acudió trastabillante a contestar y al escuchar la voz meliflua de la señora Quiñonez, se disculpó diciendo: -disculpe señora, me quedé dormido… Ella le allanó la respuesta, diciendo: Ay señor, mire mejor lo espero mañana, porque ya son las seis de la tarde y ya me encerré, lo espero mañana a las diez de la mañana por favor, y colgó sin darle tiempo a protestar a Don Pepo, él sacado de honda y molesto; imitó la voz meliflua de la cotorra:

– ¡ay sí, Don Pepo, ya son las seis, ¡y ya estoy encerrada! Pinche vieja, total; y soltó su mantra favorito: ¡¡me vale madre!! Volvió al refri, sacó otra piernuda y buscó su lectura diciendo: bueno ya pasó, vamos a ver,  vamos ver, donde me quedé, página mmm, aquí voy, y sentándose se sumergió en la lectura…   

 …” y a solas, hablamos con los que se han marchado, pero que no desocuparon nunca el lugar en nuestra mente y, siguen ahí con una presencia intermitente a nuestro lado, en el lecho por las noches, en la mesa por la mañana, en los pasillos al atardecer, en el patio, y al llegar a la sala: ¡él está ahí sentado en su sillón! sí es él, pero si no cambiado nada! de repente él desaparece del sillón y reaparece apoyado en el marco de la puerta diciendo:

– ¡Mujer!, ¿cómo fue que no me esperaste!?…- ¡Señor!, se lo dije muchas veces! pero usted con sus hornos ladrilleros, con sus cribadoras de arena y sus tantos amores, no viene por aquí, hasta ya no aguanta la fogata de su insaciable pasión, y calla…no tiene caso, desde cuando que se fue y no, no volverá porque él está muerto, y yo estoy viva todavía y me estoy volviendo loca, ¡no, loca no! Vieja es lo que estoy, muy vieja y fatigada…

Leony, ¡Leony donde estas! Déjate de eso, tú también te vas a volver loco con tanto mitote que escribes, ¿a quién le escribes tanto pues mijo”? …. 

Don Pepo despierta sobresaltado, el ultimo ronquido fue el más fuerte de todos y lo ha espantado, se levanta con la boca seca, intenta deglutir la saliva y no puede, ¡hagss!… chingada madre, ya casi amanece, me quedé súpito; bebe un poco de agua y repitiendo el gesto de desagrado, se dirige a la cocina; se prepara café, ya son las cinco de la madrugada y él, ya no podrá conciliar el sueño por más que lo intente;

Se queda ahí sentado tomándose el café y pensando en la ruta crítica del día que le espera, y se sobresalta al recordar a la señora Quiñones:  -pinche vieja, me va a echar a perder la mañana, ni modo, eso me pasa a mí por pendejo, quien me manda hacerla de “sabelotodo”, eso me gano yo por acomedido…y haciéndose éstos regaños lo sorprende la luz de la mañana.

El día comienza con chifletas conyugales, previas al desayuno; se mete a la regadera, silva y tararea, se sale, se seca, se viste, desayuna velozmente y sale disparado, dejando a su mujer con la última palabra en la boca: -y hablando consigo mismo: -Caray, no cabe duda de que hay días que comienzan mal, lo bueno es que tengo chamba y voy a sacar una buena feria, y con eso pararé bronca… 

Se dirige sin prisas a la casa de la señora Quiñones. Camina con la vista en alto, buscando el número de la casa, ya la encuentra. Casi son las diez y ella lo espera. Ya está parado frente la puerta, que se abre antes de que alcance a tocar. No hacen falta las presentaciones; la cotorra que está a la vista ¡ejem ejem!

Es sin duda La señora Quiñonez: es una mujer menudita, esbelta y morena, ya entrada en años, parece mayor que él, luce recién peinada, lleva el pelo recogido en una cola que cuelga por su nuca y viste con un poco de descuido una bata de trajín casero; sus ojos saltones lo revisan de arriba abajo y después mira a ambos lados de la acera, por fin sonríe con agrado y lo invita a pasar.  

Pepo, ingresa al interior intrigado, curiosea volteando a ver los techos en busca de las características manchas de humedad; pero ella que está pendiente de él; lo interrumpe para aclararle: No Don Pepo, yo no tengo problemas de goteras: su voz ha cambiado de tono y ahora es enfática y quiere ser confidencial…

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