¿Quién fue o es; Alberto Sicilia Falcón?
Una tibia madrugada del caribe, lo sorprendió a bordo de una balsa remando furiosamente con un rumbo fijo:
A pocos kilómetros las luces de Cayo Hueso fueron el faro orientador, pero eran otras las luces que lo habían seducido y los esperaban:
Un tanto más lejos aún brillaban las luces que tantas noches los hicieron soñar despiertos con Miami.
Se había hecho a la mar aherrojado en su insurgencia juvenil y amparado en el valor aventurero de otros compatriotas; que aquella noche en el sigilo de la huida, ahogaron un grito de libertad, al abandonar furtivamente la isla de Cuba.
Era el verano de 1960.
Sus sueños lo llevarían más lejos, pero por el momento se conformó con las bondades del exilio voluntario en Florida.
Permaneció ahí durante una larga temporada, conociendo la gran ciudad y dejándose ver por los turistas europeos que descendían de los cruceros en PortMiami.
Fue ahí donde fue visto por primera vez por Miguel Battle Sr e invitado por él; en más de una ocasión subió a bordo para imantarse con la burbuja de confort y del glamour con el que el que viajan los turistas del gran mundo del jet set internacional.
Aquel glamour del que yo nunca logré contagiarme a pesar de que también viajé llevando mis ojos azules y permanecí en Miami luciendo mi buena percha tantas veces con esa misma ilusión:
Lo recuerdo tanto y no puedo evitar decirlo, con un dejo de envidia y admiración…
Pues no tuve la oportunidad de conocer a Alberto; si no hasta que él viajó a Las Vegas para esconderse y evitar la venganza de quienes deseaban acabar con él; para que ya no los siguiera delatando con las agencias secretas del espionaje norteamericano.
Fueron muchos días de encierro, de tenebra y nerviosismo, siempre esperando ser descubiertos. Con la desconfianza a flor de piel, arrastrando las palabras y limitando el tono de la voz a un susurro.
Nadie actuaba por su cuenta y tampoco tenía la opción de abandonar el grupo; ya estábamos metidos y la tragedia se cernía sobre aquel improvisado equipo de protección, a quienes el peligro hermanaría para siempre convirtiéndolo en una gran familia que llegamos a querernos de verdad y que permaneció unida por lealtad y por largos años; durante el cuál, solo la cárcel o la muerte nos fue lentamente separando…
A la postre; de todo aquel desastre que le causó al grupo que ocultó y protegió a Alberto en Las Vegas, Nevada; llegó la recompensa y el alivio de poder ver de nuevo el sol; y volver a pisar las calles de día.
Pues Ángel, que desde hacía un mes y diez días, había desaparecido de entre nosotros:
Bajo el amparo de las sombras de aquella noche había regresado con buenas noticias, y entre abrazo y aspavientos de alegría; me relevó de la tarea que él mismo me asignó al marcharse:
Sería yo quien acompañaría a Alberto en sus habitaciones… para hacerme cargo de su seguridad que le garantizaba con mi propia vida.
De su atención personal, de alimentarlo, protegerlo y velar su sueño cuando lograra quedarse dormido; y para distraerlo con el juego de ajedrez, las damas chinas y la baraja; para escucharlo con atención cuando proyectara él futuro, pues le gustaba planear de viva voz.
Para escucharse y comprometerse consigo mismo de ejecutar lo planeado; y para que fuera yo quien transmitiera sus órdenes a los demás; porque solo el grupo más cercano conocía su verdadera identidad.
Informándolo de todo y… para encenderle una varita de aroma relajante en las tardes… para darle su masaje corporal con aquel linimento milagroso, traído desde Los Cabos Sud California; donde existía una curandera que sanaba todos los males del cuerpo y del alma; apaciguando los demonios de la mente.
Y todo aquello era lo que garantizaba con mi propia vida…
Sí, al término de su peligroso y fructífero periplo:
Ángel había regresado, después de haber negociado el perdón del padrino Miguel Battle Sr a cambio de que Alberto guardara silencio respecto a él y todos sus negocios; de entregarle todas las propiedades que Alberto tuviera en Florida; más un veinte por ciento de todos los negocios que hiciera Alberto en Nevada y…
De seguir informando a la Cia las actividades de sus enemigos y las actividades subversivas de los cubanos infiltrados en Florida…
Y yo, Oscar, el mojado mexicano, “el ojoazú” sumiso y modosito, volví a pasar a la segunda fila, es decir al dugout para seguir esperando mi siguiente turno; ya fuera al bate o a la loma de los disparos.