Sumisión latinoamericana

Vendrán tiempos que hasta los poetas, ante el asesinato de su hermano, dirán con orgullo que sus manos no están manchadas de sangre.
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Tras los dimes y diretes entre el presidente Donald Trump y el presidente Gustavo Petro manifestados en una serie de tweets sobre la repatriación de migrantes colombianos desde territorio estadounidense, han habido personajes públicos junto a usuarios de redes sociales que han asegurado que el mandatario de Estados Unidos “doblegó” al colombiano.

Lo único que hizo Petro fue defender la dignidad de sus connacionales, la soberanía de Colombia ante los berrinches de Donald Trump. No cedió ni aceptó, se mostró firme y no permitió que los aviones militares aterrizaran en Colombia, para después enviar el avión presidencial a suelo estadounidense donde ahora sí se concretaron los vuelos de retorno y más allá del buen actuar de Petro, lo importante aquí es que no le dio lugar al sometimiento ni a la idea trumpista de que los indocumentados son criminales.

Han manifestado que las y los latinoamericanos debemos dejar atrás el “victimismo” solamente por pedir un trato digno para las y los hermanos migrantes colombianos, que habían sido deportados en condiciones indignas dentro de aviones militares, encadenados, tratados como ciudadanos de segunda clase.

A pesar de la evidencia, estos interlocutores prefirieron apelar a la narrativa del Trump imponente y del Petro que “reculó” cuando en realidad ni Petro ni Trump terminaron cumpliendo lo que anunciaron.

Esta actitud de sumisión ante el norte global no es nueva entre nuestros pares latinoamericanos y más específicamente de algunos medios de comunicación, pues notamos que detrás de la operación de estos lo que hay son grandes fortunas que apuestan por quedar bien con los nuevos dirigentes de EEUU.

Y es por eso que atacan al presidente Gustavo Petro de Colombia, un país que, por cierto, ha sido gobernado casi toda su historia por la derecha hasta la llegada del ex guerrillero.

No les gusta porque no les conviene su narrativa ni se ajusta a sus intereses corporativos, pues se manejan como corporaciones mediáticas.

A los sectores más reaccionarios no es que no les guste la migración o que políticamente están en contra: más bien es que se oponen al migrante pobre y no blanco.

Con los extranjeros de color de piel blanca que se establecen en nuestros países latinoamericanos no tienen problemas.

En realidad es un asunto de clase el que interviene aquí.

Cuando un mandatario o mandataria del Sur Global se opone a los intereses del imperio o pide respeto para los suyos, sale la vocación de sumisión del conservadurismo latinoamericano.

Es una especie de síndrome de Estocolmo lo que denotan estos internautas a favor del trumpismo, pues se les olvida que por décadas este país ha arrasado en donde ha situado sus intereses geopolíticos, ha desestabilizado la paz social y colonizado países enteros en nombre de la democracia.

La sumisión ante el Norte Global pinta de cuerpo entero la visión excluyente de la sociedad de los sectores más conservadores de Latinoamérica, que en vez de apelar a la unificación, a la cooperación y la creación de un bloque común que vele por los intereses de nuestros países, estos prefieren replicar la narrativa hegemónica de aquél que los ha pisoteado, saqueado y vilipendiado más de una vez.

Parafraseando a Camus: Vendrán tiempos que hasta los poetas, ante el asesinato de su hermano, dirán con orgullo que sus manos no están manchadas de sangre.

Ante este escenario, no se puede dejar pasar la oportunidad de decir: si tú eres argentino, mexicano, venezolano, ecuatoriano, colombiano o de algún país de América Latina y admiras a Donald Trump, sorpresa: él te detesta y te deportaría a la menor provocación.

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