Culiacán, Sinaloa, 15 de enero 2025.
En el 2000, hace casi un cuarto de siglo, publiqué en uno de mis libros (“La vida en globo. Avatares de la globalización”) un estudio sobre le entonces festinada y en boga globalización.
Por estos días, a propósito de las amenazas trumpianas, el miedo inducido y la “preocupación” opositora, lo que ahí digo tiene actualidad como si ayer fuera.
Me referí en el 2000 a la llevada y traída “globalización”, que entonces era imperativo mundial (ya no tanto) y señalé que con esa ni tan nueva estrategia del capital, hay líneas de política consecuentes con el interés financiero en primer lugar.
A grosso modo, la globalización económica no es más que un grado más alto de integración internacional de las economías nacionales, la libre circulación de bienes y capitales entre los países, con la emergencia de tratados de libre comercio, el surgimiento de grandes corporaciones trasnacionales y todo lo que de ello se derive.
A LA MEDIDA DEL CAPITAL
La tal globalización se enfocó en la preeminente perspectiva del capital en expansión, centrado en sí mismo y sin más divisa que la lógica de la ganancia (para ellos) a ultranza.
Advertí que “lo que se puede prever es en realidad muy poco, está limitado de origen, tiene el signo del corto plazo y del pragmatismo más feroz.
Cualquier previsión puede, además, como se ha visto recientemente y en repetidas ocasiones con las crisis recurrentes, caer por tierra en un instante”.
LO QUE TENÍA QUE PASAR PASÓ
Los avatares de las dinámicas inherentes a la globalización, dije, están a la orden del día para los sujetos periféricos (países, sectores a su interior e individuos) pero también, y cada vez más, para los actores centrales.
Vale, entonces, la comparación:
Vivir en la globalización equivale a una suerte de vivir en globo, a merced de los vientos (en este caso del capital leonino) que responden a su propia lógica y en cualquier momento pueden cambiar (como está sucediendo).
Una somera revisión del impacto que han tenido sobre las políticas nacionales las directrices económicas y políticas de los organismos multinacionales, particularmente en las últimas décadas, indica que sí hay poderes que, de alguna manera, imponen sus propias visiones, estrategias y políticas.
PERO QUE SEA A SU SERVICIO
Para ello, mientras les conviene una estrategia, en este caso la globalización, sin necesidad de un Estado mundial, en su concepción ortodoxa, basta con las garantías de que, en efecto, se va a hacer lo que ellos, los centros de poder, desean que se haga.
De esa manera, la globalización económica, con las estrategias que le son consustanciales (las propias del “libre mercado” y la primacía de la lógica del capital en expansión) hasta hace poco aparecía como un proceso insalvable e irreversible donde operan mecanismos únicos para insertarse exitosamente en la nueva correlación mundial.
Pero ya no, y poco a poco el rapaz proteccionismo se impone con la batuta de Estados Unidos.
NEOLIBERALISMO Y GLOBALIZACIÓN
Entre el modelo neoliberal y la globalización, tal como es entendida por los organismos internacionales encargados de regular los aspectos financieros y, en más de un sentido, reordenar las estrategias económicas de los países “en vías de desarrollo”, hay evidentes puntos de confluencia a partir de los cuales neoliberalismo y globalización se complementan y retroalimentan con bastante congruencia operativa.
En coincidencia con muchos otros analistas y críticos de la globalización, coincido en que ésta no propicia, y menos garantiza, la emergencia de procesos que tiendan al igualitarismo entre las naciones y, a su interior, entre los individuos.
Antes al contrario, las matrices de la globalización están fincadas en la inequidad y las asimetrías que hay que conservar para que el estatus mundial se mantenga sin mayores complicaciones.
LA TRAMPA GLOBALIZANTE
Si todos los participantes aceptan las reglas del juego, tanto mejor para asegurar que las directrices de la globalización se acaten a plenitud.
En esa perspectiva, la internalización de pautas culturales y educativas correspondientes al esquema global adquiere particular relevancia.
Esto implica que los capitales nacionales y sectoriales se encuentren supeditados a las dinámicas del capital en general.
Así, las expectativas de crecimiento y desarrollo nacional están limitadas de entrada por la lógica de expansión del gran capital.
En consecuencia, y como el margen de intervención de los gobiernos nacionales en la definición de estrategias alternativas y autónomas está abatido, o reducido a su mínima expresión (como no sea para dictar medidas en favor del “libre mercado”), la planeación para el desarrollo nacional en países como el nuestro se encajona en las directrices externas.
Y eso, precisamente, es lo que tiene que cambiar, con la soberanía nacional en primer lugar.
EN EL TINTERO
-En Estados Unidos tendrán de presidente, a partir del próximo día 20 del mes en curso, a un criminal sentenciado, un delincuente contumaz: Donald Trump. (cano.1979@live.com).