Por amor a Feliciana 

Ese abandono aparentemente de rutina o quizá banal, es el cálculo más perfecto y sugerente del autor.
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Autor: Carlos Sánchez

Por amor a imaginar, y viajar y decir. Así el oficio se le apersona al escritor Leónidas Alfaro Bedolla.

Y entonces la reconstrucción desde el acto más enorme de la existencia: la creación. 

Los personajes que trazan la ruta de la obra, las locaciones a la mano: el territorio en el cual se nace y crece, los temas que adolecen y felicitan, la edad crucial para la pasión. 

En Por amor a Feliciana el lector acude a esa época, a ese viaje constante, a esa búsqueda que el autor propone. 

Y ahí es que vamos de su mano para ser testigo desde las palabras, de ese paisaje tan lleno de esperanza, de esa ruta que emociona y nos genera las preguntas que punzan y nos construyen el deseo de leer y leer y leer. 

¿A dónde llegará Lauro? uno se dice y no se refiere al arribo de un territorio preciso, no, uno indaga hasta adónde la pasión será capaz de conducir al personaje que en su narración desdobla los acontecimientos de la historia (las historias) contenidas en Por amor a Feliciana

Por amor a Feliciana en su aparente vivir liviano porque los personajes viven precisamente esa era de la liviandad, nos contrapone los temas por demás desgarradores y profundos.

Lo que subyace porque desde la inteligencia, Leónidas nos dice son decirnos que el dolor del abandono será siempre una cicatriz con la que cargaremos como un dique en la memoria y la emoción. 

El abandono, digo más allá de la anécdota toral de la novela, en esa huida, la desaparición del personaje magnánimo que es Feliciana, el abandono del padre, el abandono del marido quien ejerce la crueldad hacia la belleza del ser que para Lauro representa el proyecto más inmediato. 

Ese abandono del esposo de Feliciana, cuyos motivos son la imposibilidad de la gestación en su vientre, ese abandono cuyo argumento nos remite a Yerma de Federico García Lorca, ese abandono que nos pone de nueva cuenta el tema sobre la mesa de la cosificación de la cual ha sido y sigue siendo objeto la mujer. 

Ese abandono aparentemente de rutina o quizá banal, es el cálculo más perfecto y sugerente del autor para refrendar la sociedad que somos, la crueldad habitual con la que nos desplazamos por el mundo estos varoncitos que somos. 

¿De qué manera decanta la vida, ese páramo por el cual la mirada se desplaza y en cual urde y concluye y escribe? ¿Por qué esa edad, el momento de la pasión primera? ¿Cómo logra la construcción circular de la novela: el inicio, desarrollo y fin? 

Las preguntas inevitables que surgen al leer, porque la lectura es un diálogo permanente con los personajes y el autor. 

Por fortuna y gracia a su generosidad, tenemos ahora con nosotros al autor: Leónidas Alfaro Bedolla, con quien podremos conversar respecto de su novela y el oficio de escribir.

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