¡La ciudad huele mal, se ve mal; pero la contaminación implica más riesgo!

Varias dependencias gubernamentales han sido un terreno demarcado por grupos que las controlan de manera patrimonialista y que defienden y mantienen un dominio de la operatividad.
BBANG
DENGUE2

18 de Diciembre de 2023

No se necesita ser muy inteligente ni contar con tantas oficinas de planeación para saber que las ciudades de Sinaloa y casi la mayoría de México -incluso hasta los pequeños pueblos- padecen un secular abandono en el aspecto urbano.

Si bien se realizaban obras en los últimos periodos de gobierno, estas eran aisladas sin contar con proyectos. Asignadas o concursadas bajo criterios cuestionables donde el “moche” era el que determinaba quien la ejecutara y se realizaban sin control, de pésima calidad y muchas quedan en el paisaje inconclusas hasta hoy.

Tampoco se necesita más que solo “tres dedos de frente” para intuir que muchas de las instancias relacionadas con el servicio de agua y drenaje, así como muchos de las dependencias del más diversos giros como los módulos de riego, la seguridad, la salud, instituciones de educación, cultura y sindicatos; por no decir la mayoría.

Han sido un terreno demarcado por grupos que las controlan de manera patrimonialista y que defienden y mantienen un dominio de la operatividad y las ganancias se reparten; mientras la reinversión en la modernización se posterga y cuando hay pérdidas se socializan y se acude a ellas mediante inversiones gubernamentales; es decir, se privatizan las ganancias y se socializan las deudas.

Así esos “cotos de poder” manejados de manera patrimonialista han sido usados como cajas chicas que comparten privilegios y muy de vez en cuando; al entrar en confrontación con otro grupo gobernante en turno, reciben cierta atención, pero todavía es más extraño cuando se radicalizan las relaciones y brotan al dominio público lo que todos sabemos, pero por sabido –y consecuencias- se calla.

Casi siempre las confrontaciones terminan en componendas y acuerdos ya que entre ellos se pueden hacer daño, pero nunca se lastiman; primero el negocio que la confrontación o ruptura. Los espacios mediáticos también participan de ese festín. 

Todos sabemos que, en Culiacán, como en casi todas las ciudades y pueblos con drenaje el funcionamiento está colapsado. Algunos tramos desde su origen de la realización de la obra su funcionamiento y calidad no importaba. En general todo el drenaje adolece de mantenimiento y la capacidad está rebasada hace décadas.

Así que por los cuatro puntos cardinales de la ciudad vemos aparecer escurrimientos de aguas negras al aire libre, que por lo comunes han sido vistos como cosa natural.

Nadie parece interesarse, ni responsabilizarse, muchos de ellos tienen años corriendo al lado de comercios dedicados a la comida o junto a escuelas; corren y corren dejando una estela de putrefacción y contaminación hasta encontrar el arroyo que los lleva directamente al río o canal.

Ya también es muy común que sin motivo aparente las alcantarillas por todas partes brotan en fuentes de hedor y contaminación y son tantas y por donde quiera, que es imposible esquivarlas con los autos que dispersan esos lodos por todo el ambiente. Cuando la ciudadanía reclama a lo más que llegan nuestras autoridades responsables, sea de salud, obras públicas o distintas esferas de gobierno es

aceptar que se tiene un problema y que se está buscando reparar, pero las intervenciones son tan superficiales que apenas se retiran quienes la reparan a las pocas horas se agrava la situación.

Quienes con cierta sistematicidad hemos venido denunciando este tipo de problemas, vimos esperanzados la llegada de un gobierno distinto a los tradicionales, porque creímos que se abandonaría esa práctica de maquillaje y simulación y se llevarían a cabo obras de trascendencia, que buscaran erradicar de fondo los problemas; a dos años del mismo nuestras esperanzas se diluyen.

Es una pena constatar que se desojan los días, meses y años y no hay el mínimo indicio de obras y vamos de mal en peor. De perdida en los otros gobiernos se elaboraban planes y proyectos que se publicitaban y tenían el atrevimiento de someterlos a cierta participación ciudadana, aunque; al final solo quedaran en proyecto o se realizaba la parte que beneficiaba a ciertos “cuates”.

Hoy ni siquiera existen indicios de planes y proyectos tendientes a resolver problemas puntuales; menos planes integrales con plazos que vislumbren un cambio de fondo y forma y reestructure la maltrecha y contaminada ciudad.

No se le puede pedir peras al olmo, pareciera que seguiremos viendo una ciudad de alcantarillas como fuentes de aguas negras, llena de basura, oscura o con alumbrado público muy deficiente, sin pavimentos o en mal estado, sin parques o espacios públicos para la convivencia y con un sistema de transporte indecente. A la distancia podemos observar a nuestras autoridades que se pasean por los distintos rumbos del estado repartiendo pequeñas obras aisladas, sin una visión integral como si fuesen espejitos que, si bien atienden, pero no resuelven.

Y cuando se anuncia un tipo de obra de cierta envergadura; como el famoso “circuito vial” es una muestra que se siguen privilegiando el tipo de obras “emblemáticas” más que funcionales y de verdadero impacto social. Dirigidas a sectores muy específicos y por más que se intente difundir otras razones no es difícil percibir los trasfondos y no son precisamente son sociales.

Como ciudadanos bien informados podemos y debemos exigir participar en la configuración del entorno ya que no solo somos los afectados, sino quienes seguimos financiando con nuestros impuestos caprichos; no obras de contenido social

Tenemos que empujar una mayor participación ciudadana que informada no se contente con dádivas repartidas con secrecía y discrecionalidad y con el discurso o narrativa de gobierno con sentido social.

Se decide sin consulta, estrategias ni planes ni proyectos o actuando en respuesta a emergencias administrando y controlando daños o solo un tipo de obra muy específica para quienes se beneficien con realizarla y sus plusvalías.

Se puede percibir e intuir que hay pocas esperanzas de mejora; pero, seguiremos luchando por la objetividad y no mantenernos en un estado de inacción, simulación cuentos, engaños y hasta corrupción. Sin caer en una visión pesimista ni dramatizar y menos violentar. Culiacán lo merece.

No podemos desesperarnos al sentir que somos una voz que clama en el desierto; las percepciones son cada vez más certeras y procesos políticos son una oportunidad de hacer entender que no nos juegan el dedo en la boca ni nos vamos con la finta. Un pueblo informado, demandante y con participación ciudadana hará de la ciudad un espacio más sano, agradable y seguro para vivir.

Culiacán, Sinaloa a 15 de diciembre de 2023.

Dr. Martín Sandoval Bojórquez.

Cronista de Culiacán.

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