Lo que dijeron: educación comunitaria y cooperativa
Lo que entendieron: comunismo
Lo que dijeron: educación sexual
Lo que entendieron: degeneración de la infancia mexicana
Lo que dijeron: hay varios tipos de familia
Lo que entendieron: destrucción de la familia
Lo que dijeron: antagonismo al individualismo
Lo que entendieron: marxismo cultural
La discusión sobre los libros de texto ha estado candente en estos últimos días. No queda duda que la campaña del señor Ricardo Salinas Pliego ha funcionado. Arrojar en una licuadora conceptos que históricamente han causado miedo y rechazo entre la clase media-alta mexicana: comunismo, socialismo, marxismo. Intencionalmente o no, la idea era arrojar estos conceptos que los receptores de dicho espectro socioeconómico no conoce ni domina, todo para causar pánico en un intento desaforido de mantener vigente su decadente empresa y de contrarrestar los intentos del gobierno de hacerle pagar los millones de pesos en impuestos que debe.
Recordemos algo importante: desde siempre las derechas se han reagrupado cuando ven amenazada su visión del mundo. Por algo se han manifestado, en la famosísima Marcha Fifi, en contra de las libertades civiles de la comunidad LGBT, de los migrantes, entre otros grupos vulnerables. Hay que recordar sus demandas: “no al comunismo”, “no queremos más huevones”, “el pobre es pobre porque quiere”, “no queremos que se casen”, etc.
No es ni la primera ni la ultima vez que los grupos conservadores se “organizan” para defender una causa estéril. Están asustados porque la educación ya no tendrá un enfoque individualista y en su lugar estará la cooperación, les molesta que el mercado ya no sea un dogma intocable, rabian porque hay una nueva visión estatista (que no es lo mismo que paternalista) de las cosas.
No creo que haya mejor idea para la educación mexicana que empezar a desterrar dogmas. Empezar a terminar con la educación automatizada, mecánica, robotizada e incuestionable que siempre hemos/han recibido los mexicanos. Hay que incentivar el debate desde temprana edad, hay que cuestionar nuestra realidad y no dar todo por hecho innegable.
Hay que hacer que los niños piensen y no sean unos autómatas que solamente asienten. Hay que fomentar el pensamiento critico desde niños. El problema es que nunca han querido que la gente piense y se cuestione; con estos nuevos libros de texto hay una oportunidad de enmendar el camino en ese sentido.
Como toda pieza informativa en la era tecnológica, la noticia de los nuevos libros de texto también fue presa de Fake News: se vitalizó una imagen que señalaba que las niñas también tenían pene y los niños también tenían vulva. Era de un libro de texto español. Además, un supuesto párrafo que hablaba de la Marcha Fifí: falso también. Como lo he dicho antes: no se preocupen, los libros escolares siempre han tenido un contenido político, nomas que ahorita se vienen a sorprender porque temen que un virus comunista-marxista se impregne en las mentes de sus hijos.
No se preocupen, sus hijos ya están ideologizados desde antes de la difusión de estos libros de texto pues las escuelas y demás instituciones funcionan como método de control y moldeo social (Foucault). Si les preocupa ese aspecto, creo que ya es demasiado tarde, los hubieran educado ustedes mismos en lugar de la educación privada o publica.
Las escuelas son centros para moldear ideológicamente. ¿Apenas se dieron cuenta? ¿Creen que los honores a la bandera es una ceremonia libre de sesgos político-sociales cuyo principal es la neutralidad? Hay que ser muy ingenuos.
La disciplina no solo tiene un propósito formativo, también tiene una función ideológica. La sociedad disciplinaria, como la denominó Foucault, germina en las escuelas por medio de procedimientos, alineaciones, reglas, protocolos, sanciones y dominaciones.
El triunfo de la disciplina se debe, según Foucault, al uso de dispositivos o instrumentos que modifican y encauzan la conducta de los individuos. Estos instrumentos son la inspección jerárquica, la sanción normalizadora y su combinación en el ejercicio del examen.
En las escuelas católicas, por ejemplo, se enseña a seguir dogmas incuestionables (¿no es eso ideologizar?) en las cuales, además, hay reglas rigurosas que siempre hay que seguir. Hay que rezar a las 12, hay que ir a la capilla el viernes, hay que cortarse el cabello (limitación a la libre expresión de la personalidad).
En un ámbito más general e independiente de si es pública o privada, en las instituciones educativas mexicanas se suele exacerbar el nacionalismo por medio de aspectos sutiles como los honores a la bandera o las clases de historia.
La escuela toma prestados principios provenientes del campamento militar, interviniendo en ello un determinado tipo de arquitectura. Los lugares de paso, las transparencias en las puertas, las tarimas, la disposición en los comedores, etc., generan un tipo de configuración que determina qué lugares han de estar ocupados y cuáles no, así como crean lugares específicos que permitan al controlador ejercer su función visualizadora:
“Las instituciones disciplinarias han secretado una maquinaria de control que ha funcionado como un microscopio de la conducta; las divisiones tenues y analíticas que realizaron han llegado a formar, en torno de los hombres, un aparato de observación, de registro y de encauzamiento de la conducta” (Foucault, p. 203).
Así que, querido padre-madre de familia que hasta ahorita se preocupó por la infancia, no se preocupe: ya estamos todos ideologizados, no es necesario inventarse un cuento de una conspiración comunista.
Fuentes: https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-43602017000100317#:~:text=Según%20Foucault%2C%20la%20escuela%20funciona,109).