Nuestro derecho al ocio

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Hace unos días me topé con un video de una discusión de la televisión española (TVE) en la cual el periodista José Miguel Villaroya señalaba que “el ocio es un derecho revolucionario de los trabajadores” y que “si se va a la cantina hacen bien, la gente tiene derecho a divertirse, a ver si acabamos ya hombre”; tras ver esta magna e iracunda exhibición del comentarista español no me quedó de otra más que hablar de este tema que suele dividir opiniones.

Villaroya está en lo correcto, el ocio podría ser catalogado como revolucionario o por lo menos se podría decir que es subversivo. En el mundo actual mercantilizado y globalizado, la estática pareciera estar fuera de la norma y el movimiento dentro de ella. Todo se mide en función de la producción que uno pueda llegar a lograr y a partir de ese parámetro se determina si una persona está siendo realmente productiva o incluso hay ideologías políticas que se atreven a medir la valía de la gente en función de eso.

Ni hablar de la injusta categoría de “nini” inventada por la extrema derecha mexicana para catalogar a las personas que quedaron afuera de un sistema injusto que nunca les brindó las oportunidades ni de estudiar ni de trabajar. Todos estos asuntos del ocio, la auto-valoración y la valía propia están directamente determinados por el sistema económico actual, es decir por la economía de mercado, que es al final de cuentas quien decide la dirección de estos conceptos.

Siempre se nos ha vendido la idea de la libertad personal que tanto impulsó el liberalismo desde mediados del siglo 18. Según este movimiento político, la mejor forma de alcanzar la libertad es por los medios individuales y no por los colectivos. Bajo el liberalismo, los seres humanos tendrían que alcanzar dicha libertad. Esto pudo haber sonado muy idealista cuando todavía Adam SmithLudwig Von Mises y Friedrich Hayek habitaban nuestro mismo plano, pero en el Siglo XX1 el liberalismo derivó en ideas extremistas (neoliberalismo) que, según el intelectual estadounidense Francis Fukuyama, no era lo que teóricamente planteaba el movimiento.

Lo que ahora tenemos es un capitalismo salvaje, un “sálvese quien pueda” por decirlo así. La libertad personal es la libertad del 1 %, la libertad personal es la libertad de las elites económicas de las potencias occidentales. La libertad personal es la de trabajar todo el tiempo, eres libre de trabajar 10 horas al día, pero no eres libre realmente de elegir. Eliges trabajar porque eliges no morir. Eres libre siempre y cuando esa libertad se use para incrementar tu productividad y tu capacidad productiva.

¿Dónde queda espacio para el ocio, la autoreflexión, el auto-cuidado y el esparcimiento? Fuera de la lógica del capital, obviamente. Además, la maquinaria ideológica es tan fuerte que cargamos con culpa cada que nos dedicamos tiempo a nosotros mismos, a nuestro mundo interno, a nuestros pensamientos, a nuestra propia introspección. Todo esto no cabe bajo la lógica del capital que demanda infinita producción en un mundo finito (véase el libro “Los limites del crecimiento”)

Podría argumentarse, también, que muchas veces es una carga que se lleva en el inconsciente, ni siquiera es algo que de verdad sea consciente. Incluso hay gente que no sabe que está alienada a esta subyugación, pero que cuando llega el fin de semana despilfarra todo su dinero y ahoga sus penas en aras de mitigar esa pesadez inconsciente.

Incluso en el ámbito de la literatura y los libros este tipo de mentalidad permea con títulos como “Los 10 hábitos de la gente altamente eficiente” o “El sutil arte de que te importe un carajo” libros en los que los lectores no están conscientes del efecto que la lógica del capital está haciendo en ellos, convirtiéndolos en un eslabón más del sistema, aunque sea en el plano inconsciente.

Pareciera una misión imposible encontrar formas de auto-realización con tantos influjos ideológicos y bajo el actual sistema económico. Está prohibido dedicarle tiempo a las cosas que embellecen el espíritu y elevan el alma. Dedicarle tiempo a tu familia o amigos no es tan importante como dedicarle tiempo a tu trabajo. Hacerle una cena a tu pareja no es tan importante como entregar el último proyecto. Es más urgente enviar ese correo sin archivo que preguntarle a tu prójimo cómo se siente. Es más redituable tener 3 trabajos que ir a la clase de yoga.

Me despido con una cita de Robin Williams en La Sociedad de los Poetas Muertos:

Medicine, law, business, engineering, these are all noble pursuits, and necessary to sustain life. But poetry, beauty, romance, love, these are what we stay alive for

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