El populismo también tiene su propia mafia del poder. Por lo regular es una mafia cuyos dirigentes; son hombres soñadores y mujeres formadoras y piadosas; inflexibles en sus conceptos; irreductibles en sus propósitos.
Confiables por ser probos incorregibles; íntegros y congruentes; por ser leales y transparente.
Practican el humanismo, y son capaces de aplicar la ley con propósitos correctivos, es decir: con bondad y comprensión.
Una insólita Dictablanda.
Pero todos los valores anteriormente enumeradas; les son tomados por defectos y desventajas, por la mafia antagónica; que suele ser una dictadura verdadera, siniestra, perversa y vengativa como cualquier otra forma de gobierno oligárquico.
Pero levantada la veda electoral; esa mafia se transforman en una compañía de teatro popular, entre ellos mismos se contradicen y discuten a gritos, pierden la armonía, usan adjetivos calificativos y palabras de grandes contenidos; se calientan y hacen hervir el caldero hasta sacar de la espuma un ganador:
La candidata que tenga más adeptos, formará la corriente única y será el personaje central.
Cuando se encuentran apenas los ensayos para salir a la contienda; con un escenario nacional que apenas comienza a vestirse de fiesta: donde ya hay grandes y costosos espectaculares; pagados por patrocinadores desconocidos, que como incognitos enamorados ponen en práctica diferentes métodos de seducción.
Otros pretendientes más avezados y calculadores; usan comparsas y se adueñan de los alrededores, con muchas banderitas de papel: azules, rojas, y amarillas… pero en la plaza mayor, las banderitas guindas marchan delante, también tienen sus comparsas; las siguen como rémoras inmortales las banderillas verdes… y unas rojas que se agitan desesperadas en busca de los esquivos e ingratos reflectores.
Los pendones naranja: también son parte de la escenografía; cuelgan de los arbotantes como famélicos zopilotes; al acecho de alguna sobra rezagada, de alguna ignorada demasía… de algún desecho al garete.
¡Es el circo electoral! Que ya está aquí, con su Tarzán, llevando a Chita al hombro y sus arriesgados trapecistas saltando de un columpio a otro, Con sus traviesos y juguetones saltimbanquis y sus bromistas payasos.
Y también trae como segunda atracción a las viejas fieras, que escuálida y chimuelas; tiemblan cuando el domador X hace estallar su látigo; sacando un ramillete de chispitas de colores. Y una banda bullanguera, divertida comparsa que lleva en alto, ondeando al aire; el pabellón lésbico gay…
Entre todos harán las delicias del populacho, que como buenos espectadores, han pagado por adelantado las entradas con sus impuestos; y, ya está sentado armando el barullo de gayola, gritando consignas con aliento de dragón; lanzando serpentinas al aire y repartiendo sombrerazos…
De repente y en plena función; una marioneta guinda se ha enojado y en su rabieta amenazó con tirarse al botadero naranja; pero ignorada por sus compañeras y mirando las garras de los carroñeros: enfurruñado, se ha pasado a la primera fila de los extras inconformes…
La Botarga estelar de los azules; que abandera a los frustrados: parece que ha olvidado su papel de villana, y achicopalada titubea, y haciendo pucheros rompe en amargo llanto; y ante las risotadas de sus compañeros; ha acusado al apuntador de hacerle bulla apagando la pantallita del teleprompter.
Y como la función apenas comienza; quedémonos a ver si sigue igual de divertida…