A propósito de Homeopatía. Cuarto comentario

Gracias a la cultura, establecimos civilizaciones al tiempo que desarrollamos facultades.
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Primero de tres capítulos.

CULTURA, El arco, ¿Instrumento de arte o herramienta de guerra?

Con un atento saludo

A más del fenómeno conocido como NATURALEZA, conjunto de las cosas y de las fuerzas que componen el universo y de cuya biología procedemos, observemos otro fenómeno, ajeno pero involucrado por hechura humana:

La CULTURA, que las necesidades de confort, seguridad y prestigio, nos han impulsado a desarrollar y a cuyos modelos, cada vez más sofisticados y protésicos, no a integramos con prontitud idílica, lo que de ningún modo nos perjudicaría, de no ser por los abusos que a su través cometemos, cuando nos llevamos “entre las patas”, todo cuanto construimos para humanizarnos, irónicamente, la cultura misma.

Gracias a la cultura, establecimos civilizaciones al tiempo que desarrollamos facultades y habilidades características del género humano, como la comunicación mediante el lenguaje y el apoyo mutuo, productos culturales para la supervivencia de la especie, que igualan no superan en intensidad y frecuencia al individualismo del más apto, – opinión personal, por supuesto -. Ahora bien, siendo el desarrollo de la cultura un hecho tan beneficioso.

¿Qué la puede hacer causante de perjuicios contra su constructor?

Generalmente, quien construye, no lo hace para destruir su obra, si acaso, la perfecciona y la prodiga, compartiendo y aceptando que otros se apoyen en su propuesta y la ensayen para beneficio común; destruyen quienes se hacinan en la barbarie y la justifican como procedimiento para hacerse con el botín por derecho de puño o procedimiento de engaño; ¿Cómo entender esta situación?

Veamos:

¿Cómo afecta a los seres vivos el sonido que produce un arco musical; qué efecto la flecha disparada por un arco de caza o de guerra?

A lo primero, corresponde POIESIS, construir para convivir; a lo segundo, EXITIUM, destruir para confundir.

¿Desde entonces se bifurca el propósito del ser humano y del uso de su producto, la cultura?

La inteligencia, facultad de la mente que permite aprender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad, aplica mejorando las sociedades humanas; la astucia, procede parasitándolas, mediante el engaño y los procedimientos leoninos; ambas posibilidades provienen del mismo origen: el hombre.

Producir para compartir, expresión que pudiera ser premisa emblemática de la cultura, garantizando nutrición, protección y reproducción, sin detrimento de la naturaleza ni de la humanidad, es algo que en la realidad queda sujeto a la especulación y a la ignorancia, es decir, a la compraventa de bienes y vidas, causa de estragos y generación de enfermedades características del hombre.

Desde aquella bifurcación, desde que el hombre se dedica a la cacería humana, al exitium de la poiesis, una parte de la humanidad se dedica a recordarnos, precisamente a través de la cultura, el respeto que merece la naturaleza y la responsabilidad que significa el compromiso del raciocinio.

Otra parte de la humanidad negocia sometiendo a cuantas mayorías puede, bajo el sistema de esclavismo, ahora moderno, convirtiendo en monedas de cambio, a seres y a personas, separando a los humanos cada vez más, de su naturaleza.

Así, la libertad ha dejado de ser una propiedad de la vida, para establecerse como un derecho otorgado por los sistemas de gobierno en turno.

Una tercera parte de la humanidad, las inmensas mayorías, padecen “la suerte que nos tocó vivir”, un destino infamante donde es de esperarse que cada quien contenga alguna disfunción o necesidad que exija las soluciones que ofrezca el mercado (también producto cultural) y a cambio de la satisfacción que le brinda una promesa de seguridad, queda su merced, todo albedrío.

En términos de estricta biología, somos holobiontes, esto significa que desde el nacimiento, en el trayecto por el canal de parto y luego, durante toda la vida, continuamos estableciendo relaciones simbióticas con diversidad de microorganismos en cantidades muy superiores a las propias, estos, a la vez que se benefician, nos protegen y apoyan muchas de nuestras funciones orgánicas, del metabolismo, por ejemplo.

La modificación irresponsable de esta coparticipación, deviene en la alteración del equilibrio orgánico, una desestabilización de la homeostasis, que redunda en acontecimientos físicos y emocionales, considerados como síndromes y luego troquelados como cuadros patológicos para efecto de medicalizaciones de efecto dominó, lo que retroalimenta lía padecimientos hasta cronificarlos y volverlos incurables, aunque siempre controlables, con la consiguiente clientela cautiva.

En última instancia, víctimas y victimarios, somos condicionados a la peor de las domesticaciones, la de la consciencia y desarraigados de la naturaleza, a la que vos como enemiga jurada, mientras apuntamos, ilusos, abla tecnología interplanetaria, cuando ya ni siquiera recordamos la forma naturalmente correcta de respirar o evacuar; prácticas, por cierto, consideradas primitivas e impropias de nuestra cultura.

Por su atención, una sonrisa.

Roger Lafarga, autor sinaloense, Homeópata, IPN

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